Egipto, Siria, poder, Estado, ejército y religión: la locura

COLUMNISTAS | JOSÉ LUIS VELASCO

Las matanzas de miles de personas en
Egipto y Siria en agosto de 2013, con bombardeos y gases, por los gobiernos,
elites y ejércitos de los Estados, muestra de forma nítida el horror, barbarie
y salvajismo del poder, del Estado, que no duda en asesinar masivamente a la ciudadanía
para mantenerse en el poder y en los privilegios de la riqueza.

La lucha por el
poder y la riqueza bajo el manto de la ideología de la religión, el Islam y el
cristianismo, configura la locura de la clase gobernante, que organizada en el
partido único del ejército, utiliza toda la fuerza militar y criminal a su
alcance para asesinar a la sociedad. 

La locura del poder, del Estado, del
gobierno, de la autoridad, del ejército y de la religión, se llama así: crimen,
asesinato, muerte, destrucción, explotación, injusticia, sufrimiento humano y
social.

¿Cuál es la razón para tanto crimen y
asesinato de seres humanos? Las elites y clases gobernantes se consideran seres
superiores, y a la sociedad, a la población civil nos consideran seres
inferiores que hay que explotar y gobernar para vivir a costa nuestra. La
religión es su ideología, la religión es la esencia del poder, su
justificación, con la división de la sociedad en clases por medio de la
violencia del ejército.

La religión, el poder, el Estado y el
ejército es la locura de las élites gobernantes para conservar sus privilegios
de riqueza, es la sinrazón de una ideología que destruye la sociedad, que
enfrenta a los seres humanos, que los divide en clases sociales, que provoca el
conflicto de intereses, que genera todos los sufrimientos e injusticias
humanas.

La configuración social de una
convivencia humana requiere otras actitudes, otras organizaciones, otras ideas,
otras realidades. La sociedad necesita una identidad de intereses, no un
conflicto de intereses, una confluencia de ideas de colaboración y de ayuda
mutua, unas realidades de igualdades sociales y económicas, una organización
social, no un gobierno de las personas, una administración de las cosas, no una
explotación de las personas, unas ideologías de la razón y la ciencia, no de la
mentira y de la religión, una actitud del acuerdo y de la colaboración, no del
enfrentamiento y el asesinato, no se necesitan ejércitos ni militares ni
asesinos, se necesitan seres humanos que consideren a los seres humanos iguales
en derechos y deberes.

El acierto de la crítica del anarquismo
al poder y a la religión, tiene su mayor exponente, hoy en día, en Egipto y
Siria, el origen de las injusticias sociales, de las tragedias humanas, de las
clases sociales, está en el poder, en el Estado, y este tiene su origen en la
violencia militar de los ejércitos y en la ideología de la religión.

La inteligencia social de las ideas
anarquistas configura una sociedad sin violencia, sin clases sociales, sin poder,
sin Estado, sin autoridad, sin ejército, sin religión, sin injusticias. El
anarquismo configura una sociedad donde la humanidad realmente sea humana y
podamos desarrollar nuestra vida en igualdad y libertad, esa es nuestra
esperanza, también nuestra realidad.

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