Sierra Norte (Madrid) | Ilustra: Mamen Moreu | Extraído del cnt nº 424. Dosier Ecología Social
En estos días que escribo, acabo de plantar mi pequeña huerta y observo las matitas de los tomates, los pimientos, los calabacines y las acelgas, un poco mustias en los planteros, cómo se estiran y reverdecen ya en la tierra cuando las riego.
Se me vienen a la cabeza conceptos como soberanía alimentaria, ecofeminismo, Rojava. Son días extraños y observar este huertito pequeño y verlo crecer, me ayuda también a soportar mejor esta situación que parece que nunca se acaba. Es como pegarse a la vida, como si esta pequeña experiencia me hiciera sentir más intensamente ese vínculo tan importante con la tierra y con el resto de la humanidad.
Hace ya 44 años que surgió el término Ecofeminismo. Y lo acuñó una mujer que además era anarquista: Françoise d’Eaubonne, hija de madre aragonesa y padre anarcosindicalista francés, que en 1974 relaciona la preocupación por el medio ambiente y la igualdad entre hombres y mujeres como base de una nueva sociedad. Escritora y pensadora francesa que en su libro El feminismo o la muerte introduce también el término Falocracia. «La Falocracia está en la base misma de un orden que no puede sino asesinar a la Naturaleza en nombre del beneficio, si es capitalista, y en nombre del progreso, si es socialista». Ni más ni menos.
El Ecofeminismo es un movimiento global que vincula ecologismo y feminismo, denunciando la opresión hacia las mujeres y la explotación de la naturaleza y de los demás animales como parte de la misma lógica de dominación patriarcal.
Hace ya 44 años que surgió el término Ecofeminismo. Y lo acuñó una mujer que además era anarquista: Françoise d’Eaubonne, hija de madre aragonesa y padre anarcosindicalista francés, que en 1974 relaciona la preocupación por el medio ambiente y la igualdad entre hombres y mujeres como base de una nueva sociedad.
Ecología y feminismo cobran sentido en el marco del devenir actual con una fuerza arrolladora. La Revolución Social de Rojava fundamenta su ideario en estos principios. Ya no es tanto la cuestión de tomar los modos de producción, sino de cambiarlos radicalmente. En Rojava, son las mujeres las que organizan la vida. Crecen cooperativas, huertas comunales, experiencias educativas, formas de organización nuevas. Siempre desde el respeto a la naturaleza y el medio ambiente. Desarrollan el pensamiento colectivo en Jineology, la ciencia de las mujeres.
Ynestra King, compañera de instituto de Murray Bookchin fue quién le sugirió la idea de esa particular posición histórica de las mujeres dentro de esta forma de dominación del hombre por el hombre. Desarrolla las ideas de Bookckin en un sentido ecofeminista. Organizó la primera conferencia ecofeminista en marzo de 1980 «Mujeres y vida en la Tierra» donde se examinaron las conexiones entre el feminismo, la militarización, el arte de sanar y la ecología.
También la activista india Vandana Shiva, en ¿Quién alimenta realmente el mundo?, aborda el concepto de «soberanía alimentaria» y apuesta por explorar un modelo de justicia y sostenibilidad agrícola.
El derecho de los pueblos a alimentarse y a decidir lo que quieren producir, choca radicalmente con las políticas neoliberales que priorizan el comercio internacional. El sistema agrícola no busca alimentar a las personas, sino producir más. No han contribuido en absoluto a la erradicación del hambre en el mundo. Al contrario, han incrementado la dependencia de los pueblos de las importaciones agrícolas, y han reforzado la industrialización de la agricultura, peligrando así el patrimonio genético, cultural y medioambiental del planeta, así como nuestra salud.
El papel de las mujeres en defensa del medio ambiente en lugares tan emblemáticos como Latinoamérica ha sido fundamental. Podría incluso decirse que en este lado del mundo se ha producido una feminización de las luchas sociales. El movimiento feminista en Argentina, o nombres como el de Bertha Cáceres, feminista y ambientalista hondureña, apuntan alto en el importante papel del Ecofeminismo para organizarse frente al nuevo orden mundial que viene.
Los principios de la economía social tienen el propósito de aumentar los recursos de las sociedades en lugar de explotarlos, y los principios de igualdad aseguran que la revolución será feminista o no será.
Sin embargo esto no significa convertirnos en salvadoras del mundo, ni volver al concepto primitivo de la vuelta al hogar de la mujer, ni a una mística de la maternidad. Todo lo contrario. Queremos participar en igualdad construyendo paz. Es la socialización actual la que nos inunda de roles de género: las tareas domésticas, los cuidados. No hay nada que impida que los hombres desarrollen capacidades para estas tareas con tanto o más acierto y cariño que cualquiera de nosotras. Es tan sólo el discurso del poder quién adapta los géneros a su capricho y en función de sus intereses. Se pretende poner el acento en lo individual frente a lo colectivo, en competir en lugar de compartir y de cooperar, pero ese no es el camino.
El calentamiento global y sus consecuencias deberían hacernos reaccionar y ponernos manos a la obra. Buscamos una vacuna que nos proteja del COVID-19, pero estamos acabando con la biodiversidad, derritiendo los polos, perdiendo especies animales y semillas, quemando nuestros bosques y selvas, fumigando con pesticidas, aniquilando todas las protecciones naturales. Aún abocados a nuevos virus y a catástrofes de todo tipo, se impone el dominio patriarcal y el capitalismo de consumo que explotan sin medida los recursos naturales, los animales y las personas.
Si caminamos hacia el colapso, más tarde o más temprano estaremos en él. O abandonamos este modelo de dominio y explotación o estaremos abocados al desastre. Observemos por ejemplo las tareas en las que ocupamos nuestro tiempo. Desplazamientos largos e innecesarios que implican mayores niveles de estrés, elevada contaminación y agotamiento de recursos, obsolescencia programada, dependencia tecnológica, consumo exacerbado.
Los principios de la economía social tienen el propósito de aumentar los recursos de las sociedades en lugar de explotarlos, y los principios de igualdad aseguran que la revolución será feminista o no será. Sin embargo esto no significa convertirnos en salvadoras del mundo, ni volver al concepto primitivo de la vuelta al hogar de la mujer, ni a una mística de la maternidad.
El Ecofeminismo propone una reformulación de todo lo que entendemos por trabajo y vida. Los trabajos cotidianos de hoy en día no sirven para mantenernos vivas ni con mejor calidad de vida, más bien al contrario, asistimos a la degradación de la vida.
No podemos quedarnos impasibles. Lxs anarquistas sabemos muy bien que si nos organizamos podemos conquistar imposibles. No tenemos que demostrar nada, sólo mostrarlo. Las colectividades surgidas en el 36 son un ejemplo de Revolución Social que emocionó al mundo. Ahora nuestra mirada se tiñe de morado y se alimenta de vida. Por eso entre nuestros mensajes, entre nuestras líneas, también se cuela esa palabra que, como tantas otras, se ha puesto el Eco delante. Ecofeminismo. Ecología y Feminismo. Dos ingredientes que nos enseñan un horizonte nuevo. Como en Rojava. Sólo tenemos que pasar a la acción.
Una respuesta a “Ecofeminismo y revolución social”
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