COLUMNISTAS | MONCHO ALPUENTE
No puedo reprimir un ramalazo de desconfianza
cuando oigo hablar de militares demócratas o policías demócratas. ¿Si eran
demócratas porqué se hicieron policías o militares? Dos oficios en los que
cualquier atisbo de democracia está terminantemente prohibido por sus códigos,
dos oficios en los que la disciplina estricta y la obediencia ciega a la
jerarquía sustituyen a la libertad y al libre albedrío. Tiene su lógica, me
dicen, a la hora de planear, y sobre todo de llevar a cabo un ataque, no puedes
andar preguntando a la clase de tropa si prefieren atacar por el Este o por el
Oeste, si avanzan o se repliegan. No sería práctico y ya se sabe que las
guerras son sobre todo prácticas.
Los anarquistas- me contaba un viejo libertario,
superviviente en cien batallas- no sabíamos hacer la guerra sino la revolución
y por eso en el frente de batalla obedecíamos las órdenes de los mandos, pero
solo en el frente de batalla, ni un paso atrás, fuera del combate, en los
campamentos militares y en las localidades ocupadas, la jerarquía castrense
perdía toda su razón de ser y mostraba su verdadera faz, su lado oscuro, su
sinrazón profunda su autoritarismo y su intransigencia. Todas las guerras se
hacen a favor del Capital y en ellas los ciudadanos, los civiles, se someten, o
son sometidos por razones de seguridad, a los férreos códigos militares, se
convierten en carne de cañón, en
munición de los ejércitos.
El mismo
ramalazo de desconfianza me estremece cuando en tiempos de paz los caudillos,
incluso aquellos que avalan su mandato en unas elecciones, siguen ostentando
con orgullo sus rangos militares y se hacen seguir llamando comandantes o
coroneles, invocando sus galones y sus estrellas para apoyar sus designios. Se
puede militarizar a los civiles pero no civilizar a los militares.
En la
multitudinaria manifestación de policías celebrada en Madrid hace unos días,
campeaba una pancarta que decía: “Ciudadanos os pedimos perdón por no poder
detener a los auténticos responsables de la crisis, políticos y militares”.
Pero no estaban en la calle por eso, se manifestaban porque a ellos también les
han recortado salarios y derechos. El Estado ya ni siquiera paga bien a sus
esbirros.