Del cuidar al cuidarme ¿morimos en el intento?

CRISTINA VAÑÓ DIÉGUEZ | Córdoba | Ilustración: Abrazos. ANA NAN | Extraído del cnt nº 420

«Cuidar(se). Real Academia Española:

1. Cuando se usa con el sentido de «estar a cargo de alguien o algo para que no sufra perjuicio», puede construirse de dos formas:

a) Como transitivo (cuidar [algo o a alguien]); el complemento verbal es directo: Cuida la granja de sus abuelos; Cuida a sus hermanos pequeños.

b) Como intransitivo (cuidar DE algo o alguien); se construye con un complemento introducido por la preposición de: Cuida DE sus hermanos pequeños; Cuida DE la granja de sus abuelos.

2. Cuando el complemento es un infinitivo o una oración subordinada introducida por «que», significa «procurar que se lleve a cabo la acción expresada por el verbo subordinado». En ambos casos el complemento debe ir precedido de la preposición de: «Hacían sus adquisiciones y cambalaches con calma, cuidando DE sacar el máximo rendimiento a la propina de papá Telmo» (Delibes Madera [Esp. 1987]); «Cuando salía, […] cuidando DE que no lo viera ni su cochero, le daba la plata para los gastos» (G.G. Márquez Amor [Col. 1985]).

3. Como pronominal (cuidarse), significa «mirar por la propia salud» y «precaverse o protegerse de alguien o algo que puede causar daño»; en este último caso se construye siempre con un complemento precedido de la preposición de: Cuídate DE ese tipo, que no es de fiar».

Supervivencia cotidiana

En un sentido amplio, el contenido del concepto «cuidado» refiere a todas las actividades y prácticas necesarias para la supervivencia cotidiana de las personas en la sociedad en que viven. Incluye el autocuidado, el cuidado directo de otras personas (la actividad interpersonal de cuidado), la provisión de las precondiciones en que se realiza el cuidado (la limpieza de la casa, la compra y preparación de alimentos) y la gestión del cuidado (coordinación de horarios, traslados a centros educativos y a otras instituciones, supervisión del trabajo de cuidadoras remuneradas, entre otros). El cuidado permite atender las necesidades de las personas dependientes, por su edad o por sus condiciones/capacidades (niños y niñas, personas mayores, enfermas o con algunas discapacidades) y también de las que podrían autoproveerse dicho cuidado.

CUIDADOS en femenino

Cualquier mujer mayor de 35 años y activa laboralmente, situación en la que nos encontramos muchas, ya ha tenido experiencias de cuidados. Ya sea por la crianza de sus hijas e hijos o por cuidados relacionados con dependencia.

Cualquier mujer mayor de 35 años y activa laboralmente ya ha tenido experiencias de cuidados.

Acompañamiento a visitas médicas, curas, seguimiento y control farmacológico, motivación para la adherencia a tratamientos. Motivación al tratamiento psicológico. Sustitución de tareas domésticas. Apoyo emocional. Aprendizaje y/o organización del entorno familiar. Cuidados paliativos domiciliarios. Acompañamiento al fallecimiento y los trámites subsiguientes. Reorganización y búsqueda de apoyos, formales e informales, para dar respuesta a las nuevas necesidades de atención personales y/o domésticas.

Estos son sólo algunos de los escenarios que atraviesan los cuidados. A veces, acompañados de conflictos laborales por denegación de permisos por cuidados, casi siempre con estrés emocional. Enfermedades psicosomáticas, trastornos del sueño, trastornos del estado de ánimo, agotamiento, dolor, irritabilidad… son consecuencias del cuidado, generoso, por amor. No sabemos pedir ayuda en los cuidados y no sabemos ofrecer apoyos eficaces a quien cuida. Cuidamos a quien directamente lo necesita pero no a la persona que presta esos cuidados.

No es lo mismo proveer cuidados por parte de una familia trabajadora que por parte de quienes pueden contratar servicios especializados el tiempo que sea necesario.

El cuidado tiene nombre de mujer. Cuidamos a quienes queremos y cuidamos… ¿sólo porque queremos? El cuidado no profesionalizado es un acto de amor, pero si no está acompañado de otros resortes, otros apoyos tanto informales como formales, puede tener consecuencias negativas en quien cuida. Pero además del fuerte sesgo de género, el cuidado también tiene un componente de clase. No es lo mismo, actualmente, proveer cuidados por parte de una familia trabajadora que por parte de quienes pueden contratar servicios especializados el tiempo que sea necesario.

Fomenta la desigualdad

El trabajo de cuidado (entendido en un sentido amplio, pero en este caso focalizado principalmente en el trabajo de cuidado no remunerado que se realiza en el interior de los hogares) cumple una función esencial en las economías capitalistas: la reproducción de la fuerza de trabajo. Sin este trabajo cotidiano que permite que el capital disponga todos los días de trabajadores y trabajadoras en condiciones de emplearse, el sistema simplemente no podría reproducirse.

Las mujeres que viven en hogares de ingresos medios o altos cuentan con la oportunidad de adquirir servicios de cuidado en el mercado (salas maternales o jardines de infantes privados) o de pagar por el trabajo de cuidado de otra mujer (una empleada de casas particulares). Esto alivia la presión sobre su propio tiempo de trabajo de cuidado no remunerado, liberándolo para otras actividades (de trabajo productivo en el mercado, de autocuidado, de educación o formación, de esparcimiento). Estas opciones se encuentran limitadas o directamente no existen para la enorme mayoría de mujeres que viven en hogares de estratos socioeconómicamente bajos. En estos casos, la presión sobre el tiempo de trabajo de las mujeres puede ser superlativa y las restricciones para realizar otras actividades (entre ellas, la participación en la vida económica) son severas. De este modo, la organización social del cuidado resulta en sí misma un vector de reproducción y profundización de la desigualdad.

Los cuidados atraviesan y «rompen» la vida de quienes han de ser cuidadas y de quienes cuidan. Por la implicación que supone dejarse cuidar y por el contenido afectivo que acompaña la provisión de cuidados. Para quien ha de recibirlos, significa reconocer la pérdida de autonomía y la adaptación, siempre tardía, a la nueva situación que requiere incorporar cambios en los hábitos de vida. Para quien cuida, el resultado suele ser la desestructuración del propio modus vivendi, si no se cuenta con los apoyos suficientes para poder prestar esos cuidados sin «morir en el intento».

Ley de Dependencia

En este sentido, ¿Contamos con apoyos suficientes cuando tenemos que cuidar o ser cuidadas? ¿qué sistema de apoyos queremos? ¿Queremos servicios públicos que cubran los cuidados? ¿queremos la combinación de servicios tanto públicos como una buena red de apoyo social? ¿tenemos en cuenta la necesidad de cuidados y autocuidados que necesita nuestro familiar, compañera, o amigo cuidador principal? ¿sabemos prestarles apoyo?

La mayor parte de todos los recursos que ofrece la Ley de Dependencia son sectores laborales feminizados, están privatizados y están precarizados.

La cartera de recursos que ofrece la Ley de Dependencia son los Centros de Día, Servicio de Ayuda a Domicilio, Atención Residencial o Prestación Económica para cuidados en el entorno familiar (de nuevo el Estado paga la cotización de las cuidadoras no profesionales). La mayor parte de todos los recursos que ofrece la Ley de Dependencia son sectores laborales feminizados, están privatizados (residencias para mayores, servicio de ayuda a domicilio) y están precarizados.

En Andalucía, la aplicación y desarrollo de la Ley de Dependencia, desde que una persona identifica que ha mermado su capacidad de autonomía para la realización de las actividades básicas de la vida diaria, hasta que le es aprobado el disfrute de un recurso, pasan 24 meses en los que ha de buscar otros medios de provisión de necesidades básicas de atención tanto personal como doméstica.

Economía feminsta

Abordar la cuestión de la organización del cuidado, como ya está en las agendas del 8M, es clave cuando se aspira a sociedades más igualitarias. La economía feminista es una corriente de pensamiento que pone énfasis en la necesidad de incorporar las relaciones de género como una variable relevante en la explicación del funcionamiento de la economía, y de la diferente posición de los varones y las mujeres como agentes económicos y sujetos de las políticas económicas. Desde esta perspectiva se denuncia el sesgo androcéntrico del capitalismo, que atribuye al hombre económico (homo economicus) características que considera universales para la especie humana, pero que sin embargo son propias de un ser humano varón, blanco, adulto, heterosexual, sano, de ingresos medios. La racionalidad del hombre económico, esencial para las decisiones económicas que toma (como participar en el mercado laboral o no hacerlo), no se enfrenta con los condicionantes que impone vivir en un mundo racista, xenófobo, homofóbico y sexista. La preocupación no está en la perfecta asignación, sino en la mejor provisión para sostener y reproducir la vida. Por lo mismo, la economía feminista tiene como una preocupación central la cuestión distributiva.

Apoyo mutuo

Vivimos en una sociedad cada vez más atomizada, con familias nucleares más pequeñas, que deberá repensar el cuidado. Para que no seamos sólo las mujeres las únicas proveedoras, para conciliar y dar calidad de vida a todas las partes, para «inventar» otros modelos de cuidados que pongan el centro de atención en las necesidades de todas y todos.

Vivimos en una sociedad cada vez más atomizada, que deberá repensar el cuidado.

Estos nuevos modelos de cuidados, en los que podamos ser lo más libres posibles en elegir cómo queremos ser cuidadas, han de pasar fundamentalmente por una revisión del sistema patriarcal que nos impone ser las cuidadoras, y que articula las medidas, recursos y posibles soluciones, también atravesadas por el sesgo del patriarcado.

Estas son algunas de las posibles líneas reivindicativas a demandar: convenios laborales que permitan una conciliación real, asimilación al régimen general de las empleadas de hogar, subida salarial y mejoras laborales en los convenios relativos a los sectores laborales de cuidados, incremento del presupuesto dedicado al sistema de dependencia e infancia, reduccion de listas de espera de acceso a recursos, incorporación del apoyo mutuo en la red de amistades y militancia para con los cuidados, creación de nuevas fórmulas cooperativas de apoyo mutuo tanto en la infancia como en la dependencia.

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