COLUMNISTAS | MANU GARCÍA
Está claro. Cuando se comenta que en el Estado español hay crisis, la crisis no es algo que cayó mágicamente del cielo: es la crisis en la que los gestores de la macroeconomía (PPSOE, tanto monta monta tanto) nos han metido a las clases populares.
Porque si miramos las cuentas de resultados de los principales bancos, empresas de telefonía, gigantes de la energía y otros pulpos de la economía española, vemos que sus grandes accionistas están lejos de pasarlo mal con la crisis. Siguen haciendo buenos negocios, y si por avatares de la vida (las cosas están revueltas) les va mal, sus amigos del gobierno les echan una mano. Con el dinero de todos, faltaría más. Y luego, claro, no hay para pagar a los trabajadores de la sanidad, de la enseñanza, del transporte público, de las emergencias, las pensiones… y a privatizar se ha dicho: más propiedades y más beneficios para los dueños del país, menos servicios y más caros para los de abajo, a los que nos toca rascarnos el bolsillo doblemente: en impuestos cuyos resultados no vemos y pagando hasta por respirar.
Una jugada maestra, oigan. Y luego dicen que no hay dinero. Haberlo lo hay, pero en los últimos años se ha concentrado cada vez más rápido en los más ricos, en quienes más tenían antes de que comenzara la crisis. Ricos de aquí y de afuera. Tanto pedir préstamos para pagar las deudas de los bancos, tanto hacer favores a las grandes empresas y ahora estamos en unos niveles de deuda externa históricos. Por decirlo para que se entienda: le debemos al capitalismo internacional más que todo lo que producimos. Sólo por el pago de los intereses este año el estado español pondrá casi 40.000 millones de euros. Qué bien vendría ese dinero para tantas cosas ¿verdad?
Ahora viene la pregunta ¿por qué debemos pagar esa deuda que han generado los de arriba llenándose los bolsillos a manos llenas? Esa deuda no nos corresponde, así que no debemos pagarla. Vale, las peticiones de préstamos las hicieron en nuestro nombre, pero ese dinero apenas lo olimos, ni siquiera antes de la crisis aunque, ilusos de nosotros, nos creyéramos “nuevos ricos” (cuando España era el país de la Unión Europea donde más billetes de 500 euros circulaban ¿cuántos de ellos vimos?). Si una pequeña parte de ese dinero pasó por nuestras manos fue fugazmente, no fue para nosotros sino para los bancos y las grandes empresas, que ahora o lo tienen a buen recaudo o lo invierten en otros países.
¿Qué puede pasar si el estado español no paga la deuda? Que así tenga dinero para reflotar la economía familiar y financiar los servicios públicos (aunque, claro, todavía haría falta la voluntad política, de la que tanto PP como PSOE carecen: eso sería tarea nuestra, no de ellos).
¿No nos quedaríamos aislados internacionalmente? ¿no nos invadirían? ¿Qué podría pasarnos si nos negáramos a pagar esa deuda ilegítima? Nada, no seríamos los primeros en hacerlo. Nosotros, que hasta ayer nos creíamos desarrollados, hoy nos vemos en la misma situación que países del llamado tercer mundo (países sometidos al imperialismo, más bien) como Argentina o Ecuador a fines de los 90 y principios de este siglo: estrangulados por las instituciones del capitalismo financiero internacional. Esos países iban hundiéndose más y más en el pozo como lo estamos haciendo nosotros hoy, hasta que se pusieron firmes, presionados por fuertes movilizaciones populares (que tumbaron a varios gobiernos) y declararon a sus acreedores la ilegitimidad de la deuda y su intención de no pagarla.
La cosa está cada vez más fea, y peor que se va a poner si no hacemos algo para darle la vuelta a la tortilla. O pago de la deuda o salud, educación, trabajo, vivienda, infancia y vejez dignas. O privilegios para unos pocos o vida digna para todos. O ellos o nosotros. Cuestión de prioridades.