En esta ocasión excepcionalmente, por las fechas en las que nos encontramos, cedemos nuestro espacio de reseña documental para presentaros un cuento de Navidad.
Hace muchos, muchos años, en el tiempo de holganza del sábado noche, en un pueblo al norte alejado de todas partes y tocado por la presencia de la nieve, combatiendo con alcohol el tedio extremo de los lugares en que nunca pasa nada, unos muchachos arriaron una bandera en la Gran Plaza. La bandera que ondeaba sucia y desgarrada en lo alto de un mástil era, nada menos que, la bandera de la Nación. Pronto fueron detenidos los mozalbetes y con ellos encontraron la bandera. No sentó nada bien en la policía aquella acción. Era la bandera de la Nación. Enseguida pensaron en razones oscuras que motivaran el robo de la bandera, pero nunca encontraron prueba alguna que sostuviera sus sospechas. Aquella noche en los calabozos de la policía los muchachos fueron presionados, asustados, llevados al límite. A la mañana siguiente fueron pasados a disposición judicial. Lo que simplemente era una pequeña gamberrada juvenil producto de la mezcla perfecta de aburrimiento y alcohol, fue tomada como una ofensa, como una afrenta, como la punta del iceberg de una mano negra que atentaba contra la cotidianeidad de la población. Pero si el papel de la policía y el del juez fue duro e inhumano con aquellos niños hasta dejarlos marcados, nada peor que la manera como se lo tomaron sus padres. Todos coincidieron en interrogarles con brío, casi con violencia. ¿Cómo se os ocurre semejante cosa? Arriar la bandera de la Nación. ¡Por Dios! Que no se vuelva a repetir. Y elevando la voz para ser oídos por la policía dijeron, mirando disimuladamente de reojo, ¡Esperamos que os hayan dado una buena lección en el calabozo! ¡Así aprenderéis! Y zanjaron el asunto sin pedir ninguna explicación a las autoridades, llevándose a sus hijos cogidos de las orejas.
Este pequeño relato, metáfora de un pasado reciente, guarda gran parecido con hechos desconocidos ocurridos en la Huesca de finales de los 80, cuando aún permanecía imborrable en provincias el recuerdo de un golpe de estado militar, y aquellos padres nacidos en la década de los 40, habían sido moldeados en el torno del miedo a la autoridad, del terror a los aparatos represivos del sistema. Aquellos padres preferían no significarse, aunque el alto precio pagado fuera no obtener justicia, no tener libertad, más la gran humillación de responder por delitos no cometidos.
Hoy en día la cosa ha cambiado y estamos inmersos en otro cuento muy distinto, en ese en el que el espíritu de la Navidad lo invade todo. Ya comenzó a vislumbrarse la valía del cuento con el buen trato dado en el verano pasado a los compañerxs del SAT y a la marcha de los mineros a su llegada a Madrid. Pronto llegaría Septiembre con las acciones de Rodea el Congreso. La aburrida ciudad, tomada por la policía con un sinfín de barricadas que encapsulaban el centro de Madrid formando un gran perímetro alrededor del Congreso, pronto se convirtió en una fiesta y en un nuevo reclamo turístico. Cargas de policía provocadas por torpes infiltrados que teatralizaron un tímido ataque, golpeando tiernamente con sus banderitas de naciones, escenografía de cumpleaños infantil. Violencia policial, detenciones ilegales, palizas antes de llegar a la comisaría de Moratalaz, maltrato en los calabozos, amenazas, montajes policiales, pruebas falsas y todo el confeti exigible que bosqueje un buen cuento sobre el recrudecimiento de la represión –siempre sin el número de placa visible como ordena la ley para poder identificar y denunciar a la persona que se esconde tras el uniforme y la impunidad-. Sin olvidarnos de que todo ese despliegue de amorosas técnicas alentadas desde el gran capital e interpretadas con alegría y firmeza por el poder político quiere instaurar el miedo para desarticular a lxs más concienciadxs, ansía desencadenar el terror para desintegrar a lxs más combativxs, pretende mantener a la población paralizada ante su plan de demolición.
Pero no nos engañemos, la policía y el capital siempre han sido los mismos, lo que ahora ha cambiado ligeramente es que le han dado una vuelta más de tuerca desde el poder político. En el año 2008 la Audiencia Provincial de Barcelona condenó a cuatro agentes de policía –Mossos d’Esquadra-, como autores de delitos de tortura tras declarar probado que habían protagonizado unos hechos gravísimos. El 27 de Julio de 2006 Fernando Cea, Manuel Farré, Jordi Perissé y Joan Salva confundieron a Lucian Paduraru con un atracador. Le esperaron en la puerta de su casa, no se identificaron como policías, le pegaron una paliza, le insultaron, le humillaron e incluso le amenazaron metiéndole una pistola en la boca. Un quinto policía, Alejandro García, fue condenado por coacciones a 6 meses de prisión. En la detención de Paduraru también estuvo presente su mujer, que estaba embarazada de 3 meses y recibió un trato degradante. La sentencia fue recurrida ante el Tribunal Supremo, que sólo estimó en parte alguno de los recursos. Las penas impuestas suponían el ingreso en prisión de los condenados. El actual gobierno decidió en Febrero de 2012 indultar a los agentes condenados para reducir sus penas a dos años de prisión y sustituir la inicial inhabilitación por la suspensión, permitiendo el reingreso en el cuerpo. La Audiencia Provincial de Barcelona, de nuevo en estricta aplicación de lo previsto en el Código Penal, acordó el cumplimiento de la pena que quedaba tras el ejercicio del indulto concedido por el gobierno. El pasado Noviembre de nuevo el ejecutivo de Rajoy, lamentablemente, decidió conceder un segundo indulto a los Mossos condenados para sustituir la pena de prisión por pena de multa. De esa manera el Poder Ejecutivo utilizó el indulto de forma abusiva y arbitraria, y sin duda su decisión le acerca más al espíritu de justicia feudal del derecho de pernada que al de una democracia en la que por lo primero que se debería luchar es por eliminar la tortura como una práctica consentida y fomentada por el gobierno de turno, siendo la tortura uno de los peores actos realizados contra la dignidad de la persona.
Pero claro, si en uno de los últimos programas de Salvados en el mes de Diciembre, Baltasar Garzón tuvo la desvergüenza de decir que en todos los países se tortura en respuesta a Jordi Évole, cuando éste le preguntaba sobre si en España se torturaba. Teniendo en cuenta que Garzón fue magistrado juez de la Audiencia Nacional y profesor de Derecho Penal en la Universidad Complutense de Madrid, ¿por qué nunca lo denunció cuando estaba en posesión de sus altos cargos? Quizás porque denunciar que en España la policía tortura sea un arriesgado callejón sin salida que nos llevaría a visibilizar las cloacas del sistema, pinceladas que no por ser anómalas constituyen excepciones, sino que forman indisolublemente sistema. Que la policía torture en España es aberrante, insólito, irregular y así lo ha subrayado el Tribunal Europeo de Derechos Humanos que exige una investigación sobre estos hechos. Pero esta anomalía del sistema no constituye una excepción, ya que la tortura es parte nuclear del sistema que nos impusieron en el carnaval de la transición para neutralizar los verdaderos procesos de cambio, los que aún no han llegado.
Nuclear del sistema y propagador del miedo es la violencia policial contra jóvenes estudiantes que pudimos ver en las protestas del Instituto Luis Vives en Valencia. Gran sitio Valencia, donde el jefe superior de la Policía que llamó ‘el enemigo’ a aquellos jóvenes manifestantes fue ascendido posteriormente. Como la violencia que golpea y abre la cabeza a niños desamparados de 13 años y que revienta ojos a chicas a golpe de pelotas de goma disparadas a bocajarro el 14N en Cataluña. Gran sitio también Cataluña, donde su ariete, el macho alfa Felip Puig negó todos los hechos, seguramente mientras andaba ocupado escribiendo peticiones de indulto para sus Mossos torturadores. Detenciones preventivas ante la convocatoria de acciones ciudadanas. Identificaciones y multas por ejercer el derecho de reunión en Madrid. Gran sitio también Madrid, donde su delegada del Gobierno, el ministro del Interior y la secretaria del PP compararon la acción Rodea el Congreso con el golpe de estado del 23F. En fin, impunidad en todas sus actuaciones, como la que encarcela sin juicio a jóvenes concienciados a los que acusa de terroristas por no quedarse en casa el día de la Huelga General.
El pasado 14 de Noviembre Alfonso Fernández salió de su casa para ir junto a su novia a uno de los piquetes informativos de su barrio, el barrio de Vallecas en Madrid. El 14 de Noviembre había Huelga General y la lucha por todos nuestros derechos estaba en la calle. A escasos metros de su domicilio fueron detenidos y llevados directamente a la Brigada de información, donde sufrieron interminables interrogatorios extrajudiciales por parte de varios policías encapuchados que no pararon de amenazarles. La Policía acusó a Alfon de portar una bolsa cargada de gasolina y otros efectos encontrada a su lado en el momento de su arresto. En el supuesto material explosivo que la policía dice que les requisaron no han encontrado ni una sola huella de ninguno de los dos detenidos, como ratificó el propio fiscal ante el juez. Pese a ello, Alfon ingresó en prisión por una supuesta razón de ‘alarma social’, aunque hoy el motivo para mantenerlo en prisión ha cambiado y la juez afirma que actualmente hay ‘riesgo de fuga’. Desde entonces ya ha pasado mes y medio, Alfon sigue en prisión preventiva en la cárcel de Soto del Real en régimen de alta seguridad FIES 5, uno de los más restrictivos de la legislación penitenciaria. Es FIES 5 igual que los condenados por el Tribunal Penal Internacional, delincuencia internacional, graves delitos que hayan causado alarma social, delitos violentos de carácter racista o xenófobo, o delitos afines al terrorismo islamista. Alfon no se puede comunicar libremente con su familia, le seleccionan las cartas recibidas, no puede introducir libros en prisión. Cambios constantes de celda que le desarman, cambio de módulo que te obliga a adaptarte a un nuevo mundo desconocido y acechante, seguimiento constante, presión, todo lo que lleva a minar la moral y la capacidad de resistencia y más la de un joven de 21 años que toma conciencia de que le han elegido como cabeza de turco en la operación del miedo y del terror, y todo ello constituye un brutal contexto de tortura psicológica difícil de soportar.
El pasado 28 de Diciembre hubo una jornada internacional de lucha por la absolución de los detenidos del 14N. Allí se pidió la libertad de Alfon y se subrayó el interesado montaje policial que ha conducido a esta situación que persigue criminalizar la lucha por nuestros derechos. Por desgracia nada nos extraña, nada nos sorprende. Cada noticia que recibimos de este o cualquier otro caso nos parece excepcional, pero si damos dos pasos atrás y ampliamos el campo de visión y ponemos todos los casos uno junto a otro el panorama es desolador. La cara escondida del sistema nos mira fijamente, impune, nos ha reconocido. Su rostro va mutando muy despacio, pero no hay duda, la represión se intensificará en el 2013. Pronto irán a por nosotrxs.
La gran victoria de la doctrina del shock no sólo es conseguir paralizarnos, aterrorizados por el miedo a la represión. Su gran baza es que mientras hablamos de la represión olvidamos las razones que nos llevaron a la calle. Es tiempo de resistencia, es tiempo de lucha. No lo olvidemos.
Marco Potyomkin
Potyomkin Pro
Video denuncia policial de uno de los detenidos del 25S
Manual sobre como actuar durante una detención, editado por el Comité Confederal de CNT: