De los errores siempre se aprende. Y de lo único que parece servirá el desarrollo de esta Huelga en León es para saber como no hacer las cosas.
La Huelga comenzó el mismo día 12, sin ninguna información concreta sobre ésta (tan sólo la convocatoria) y prácticamente sin ningún respaldo, aparte del de las propias organizaciones convocantes; algo, que dada la situación, no es de extrañar, porque si nadie cuenta contigo para convocar una Huelga, y no tiene en cuenta tu opinión, no puede pretender que le sigas ciegamente como si fueras un borrego.
Llegamos a las 9 a la Facultad de Filosofía, al parecer una de las pocas que no había tenido problemas esa mañana para abrir, donde poco más que una veintena de miembros de las tres organizaciones convocantes decidimos juntarnos para montar los ¿piquetes? Quizá sea lo más triste el comprobar que algunos organizadores no debían tener muy claro qué es una Huelga y qué es un esquirol. Si se convoca una Huelga en enseñanza, los que acuden a clase están reventando nuestro trabajo, están impidiendo la lucha por nuestros derechos, también los suyos, y son tan enemigos como aquellos que quieren imponer el Plan Bolonia. No son «buena gente» ni son «compañeros» como decían algunos de los que formaron los ¿piquetes?, son ESQUIROLES. Quizá fue fallo nuestro por pretender encontrar compañeros de lucha en los conocidos apagafuegos. Pero hemos aprendido la lección.
La manifestación, como era de esperar, tuvo muy poca afluencia: unas 350 personas. Nos dirigimos desde la Catedral hasta el Rectorado, sin ningún incidente, con la lectura de varios comunicados y marchando después cada uno para su casa sin más.
Creemos que se hace necesario un importante replanteamiento de la estrategia, en la que los estudiantes no organizados tengan acceso a una mayor información, contrarrestando así el juego del Sistema. Se hace necesario convocar Asambleas informativas, debates, charlas en las Universidades e Institutos, porque es más importante la lucha del día a día, para que así las acciones que se hagan tengan un mayor respaldo y puedan ser eficaces, impidiendo de esta forma terminar cayendo en actos vanguardistas.
Es fundamental comenzar un análisis más profundo, no sólo de Bolonia sino además de la Universidad y de la propia educación. Hay que tener en cuenta el condicionamiento que sufrimos en la Universidad, porque ya hemos pasado todo un periodo de adaptación a las injusticias del Sistema; esto conlleva a que el único derecho que reivindiquen algunas personas sea el «derecho a no hacer Huelga». El Plan Bolonia sólo supone un paso más en la evolución que se está intentado dar a la educación (tanto en Bachillerato como en la propia Universidad), poniéndola al servicio del Sistema, generando no individuos sino engranajes del capitalismo. Lamentablemente, muchos estudiantes dan por bueno el Plan Bolonia porque consideran que será más fácil el acceso al empleo, obviando que en las condiciones actuales (jornadas excesivas, horas extra, destajos, paro…), inherentes al capitalismo, tener un trabajo es, en la mayor parte de las ocasiones, algo eventual. El sometimiento, la obediencia y la sonrisa al opresor no son más que un rebajamiento inútil y cobarde.
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