Contra la opresión, asambleas

¿Cómo es posible que nos roben absolutamente todo y no seamos
capaces de dar una respuesta? ¿Cómo se estrangula a una clase
trabajadora entera sin que ni siquiera sea capaz de toser por ello? Algo
así no se consigue en dos días, sino que es fruto del tenaz esfuerzo
del poder durante décadas para amordazar a los/as trabajadores/as y
destruir toda su capacidad real de lucha.

Y lo han conseguido de la
forma más maquiavélica y refinada posible. Ya desde sus comienzos el
capitalismo encontró un medio muy eficaz de paralizar la fuerza de
los/as obreros/as organizados/as. Les convencieron de que tienen los
mismos intereses que los empresarios, que lo que es bueno para el
empresario es bueno también para sus trabajadores/as. Así se llega hasta
nuestros días defendiendo la necesidad de favorecer a los empresarios
porque éstos “crean trabajo”. Esto supone una estafa tremenda, pues los
patrones se han hecho ricos toda la vida a base de robar lo que producen
los trabajadores. Y aquí no hay diferencia entre sector público o
privado, pues: en ambos los grandes beneficiados son los dueños de
grandes empresas. En el sector público además hay toda una casta de
políticos y dirigentes que viven como reyes a base de explotar y robar.

Pero, si todo eso es cierto ¿cómo es que aún no
nos hemos levantado contra tal opresión? ¿Cómo es que ni siquiera somos
capaces de hacer movilizaciones lo suficientemente duras como para
obligar a que nos devuelvan los derechos que nos han burlado
impunemente? La respuesta es sencilla y triste. Siguiendo con la
estrategia de destruir cualquier posibilidad de rebelión, en el siglo XX
muchos países generalizaron el sistema definitivo de control de la
clase trabajadora: la representatividad a través de las elecciones
sindicales. En España además se hizo bajo el chantaje y amenaza de
vuelta a la dictadura, lo que maquilló la operación perfectamente de
“logro democrático”. Los partidos firmaron la paz social con los Pactos
de la Moncloa que ponían la soga a nuestro cuello para siempre. Paz
social (es decir, renuncia a objetivos revolucionarios) a cambio de
enormes privilegios para partidos y sindicatos. Liberados, comités de
empresa, subvenciones, horas sindicales, cursos de formación… Todo un
entramado corrupto de compra-venta de intereses que apuntalaba el éxito
del capital.

http://madrid.cnt.es/noticia/los-pactos-de-la-Moncloa

http://madrid.cnt.es/noticia/los-pactos-de-la-Moncloa

¿Qué efecto produjo esto en las/os trabajadoras/es? Sencillamente
delegaron todo su poder de movilización en las organizaciones
sindicales. Éstas, a través de los comités de empresa, proponían,
decidían y realizaban todo. La gente perdió la costumbre de hacer
asambleas porque ya no era necesario. Había unos profesionales que
lucharían por nosotros/as. ¡El comité se encarga de todo, compañeros!
Los comités se reúnen, acuerdan, escriben y actúan por nosotros/as. Y
además se llevan grandes privilegios por ello. Tienen sus mesas y
comisiones donde negocian continuamente con la patronal a espaldas
nuestras, constituyendo una casta parasitaria de corruptos que en el
fondo persigue el mismo objetivo que el empresario: que no se celebren
asambleas de trabajadores/as. ¿Qué es lo que hace una empresa cuando se
organizan asambleas horizontales para exigir reivindicaciones? Convoca
elecciones sindicales. Saben que así podrán controlar, amenazar,
sobornar y desmovilizar a toda la plantilla.

Un ejemplo vergonzoso: el sector público

Los comités de empresa y los sindicatos dan apariencia de mucha
actividad. Están en quince comisiones, envían escritos continuamente,
ponen cientos de denuncias, te ofrecen lotería de navidad y hasta
consiguen cosas en los ámbitos de seguridad y salud, prevención o
pequeños derechos…. Pero ¿qué pasa cuando hay que luchar por grandes
reivindicaciones? El ejemplo más claro lo tenemos en los empleados/as
públicos/as. El estado ha fulminado de la noche a la mañana los
convenios de todas las administraciones, dejándolos en papel triturado.
¿Y qué ha ocurrido? Prácticamente nada. Manifestaciones, asambleas,
camisetas negras, denuncias… Nada. Los parásitos políticos robaron la
paga extra de la plantilla, suspendieron la acción social, quitaron los
días de asuntos propios, aumentaron la jornada, redujeron el sueldo,
quitaron prestaciones por incapacidad…Y los “representantes” no pudieron
hacer nada en sus mesas y comisiones. Porque la fuerza de lucha no se
puede representar, no se puede delegar, la tienen exclusivamente los/as
trabajadores/as y no un comité de listos.

¿De qué sirve un convenio si cuando la empresa lo incumple no se
tiene fuerza para defenderlo? La sacrosanta “negociación colectiva” (que
es la negociación del colectivo de dirigentes sindicales con el
colectivo de dirigentes empresariales y políticos) es otra basura que
nos venden como panacea de los derechos. La misma basura que hacernos
creer que los que viven del cuento sobornados por la empresa son los que
van a defendernos. ¿A estas alturas queda alguien por engañar?

¿Qué hacer?

La respuesta fácil podría ser: “hay que aumentar la dureza de las
movilizaciones”, “hay que hacer una huelga indefinida”. La realidad es
que todas las movilizaciones realizadas son inútiles, por ficticias.
Ninguna movilización puede tener éxito si no surge de la organización en
asambleas horizontales. En el sector público hemos visto inmensas
asambleas convocadas por los sindicatos al efecto. Pero son
asambleas-farsa donde miles de trabajadores/as acuden a escuchar el
mitin de los dirigentes sindicales, para luego tener un turno dirigido
de preguntas y pasar a votación propuestas que antes no se conocían.
Jerarquía disfrazada de horizontalidad. Ante los tremendos recortes de
derechos las mayores movilizaciones han sido paros de unas horas, hojas
de firmas y algunas manifestaciones. ¿Y qué pasa si se convoca huelga?
Pues que está condenada al fracaso desde el principio porque sigue
siendo la propuesta de una casta dirigente. Y si convocaran huelga
indefinida pasaría lo mismo. La mayoría de la gente no la secunda porque
siente que no vale para nada y que encima apoya a los sindicatos
vendidos. No es “su” huelga, es la huelga de otros.

 

Así que todo parece imposible. Y sin embargo solo hay
una forma de salir del círculo, y es volviendo a la lucha entre
iguales. Solo hay una herramienta de la clase trabajadora que pueda
anular totalmente la explotación estatal-patronal con la que colaboran
las burocracias sindicales: LA ASAMBLEA. Asambleas periódicas de centros
de trabajo, donde todo se pone en claro, donde se unen de verdad los
esfuerzos, donde las luchas no se delegan en otros, donde las propuestas
surgen de la gente y los acuerdos son fruto del debate de todos/as
¿Quiénes son los que siempre se oponen a que haya asambleas de
trabajadores sino los liberados y delegados sindicales? Temen perder sus
privilegios ante la horizontalidad obrera. La CNT propone romper
definitivamente con el modelo sindical de opresión, pues es el que nos
somete y nos convierte en borregos. Abandonar los sindicatos corruptos y
subvencionados, despreciar sus liberados/as con sus comités. Volver al
origen, a la coherencia, a la igualdad. Y no quedarnos solo en defender
lo nuestro, sino ampliar la solidaridad con toda la clase obrera a
través de las asambleas de sindicato. Pero un sindicato no corrompido
por el estado-capital, porque si no es mejor no tener ninguno. Solo el
anarcosindicalismo de la CNT sigue proponiendo hoy recuperar la única
herramienta de lucha que podrá emanciparnos. Asambleas de centro, de
sindicato, de barrio o de escuela. Contra la opresión, asambleas.

Contra el estado, contra el poder. Todo el poder a las asambleas.

Sección Sincidal en el Ayuntamiento de Madrid

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