Con estivalidad y alevosía

COLUMNISTAS | MANU GARCÍA

Dicen
que el crimen no descansa y, si hablamos de los criminales instalados en las
altas esferas de la política burguesa y de las finanzas, podemos dar fe de
ello.

No nos
referimos, por supuesto, a que sean ejemplo de dar el callo ni a que, como
guiño al pueblo en estos momentos de crisis, hayan renunciado a sus fastuosas
vacaciones, a los yates y al lujo (no caerá esa breva). Hablamos de la
inveterada costumbre, todo un clásico, de aprovechar las “bajas defensas” de la
opinión pública y los movimientos sociales durante el periodo veraniego para
colar, como quien no quiere la cosa, una nueva batería (una más) de recortes y
de medidas antipopulares. Con estivalidad y alevosía, se podría decir.

Por un
lado, y a todos los niveles territoriales, continúa el desmantelamiento de los
servicios públicos más elementales y su pase a manos privadas con la excusa
(siempre se inventan alguna) de la “racionalización de la administración”, que
no sigue otra lógica que la clásica del neoliberalismo: privatización de
beneficios, socialización de costes. Más para los menos, menos para los más.

Por
otro, los paniaguados que nunca faltan (gente a la que pagan para que entreguen
unas conclusiones ya fijadas de antemano y con un sustento no técnico, sino
político) se entretienen armando toda una serie de argumentos falaces para calentar
el ambiente de cara a la enésima reforma de las pensiones, con el objetivo de
escamotear, mediante todo tipo de artimañas, una jubilación digna a nuestros
mayores después de toda una vida de trabajo.

Y para
ponerle la guinda al pastel, por si no fuera suficiente con la última reforma
laboral, que ha puesto su granito de arena para facilitar aún más el despido,
incentivar los contratos basura, presionar los salarios a la baja y ampliar los
márgenes de beneficio de las grandes empresas (con la consiguiente pérdida de
poder adquisitivo de la mayoría de las familias), el día 3 de agosto, el
gobierno implementaba, vía Real Decreto, una nueva vuelta de tuerca en esta
lucha de clases en que el capital asesta golpe tras golpe contra el trabajo: una
ampliación de dicha reforma.

Resumiendo:
más medidas de ajuste contra las grandes mayorías y un mayor compromiso con
quienes dictan las normas a día de hoy en nuestro país, que son el capitalismo
financiero y sus organizaciones internacionales, con la infame troika a la
cabeza (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional, Comisión
Europea).

Se
sacrifica una vez más el bienestar del pueblo en aras de cumplir con el pago de
una deuda ilegítima e inmoral que fue contraída por una política económica al
servicio de los mismos que hoy nos pasan, con desvergüenza, la cuenta de la
fiesta que se pegaron. Lo decíamos ayer y lo repetimos hoy: la deuda es una
losa que si no se levanta  (y para eso
hace falta ante todo una voluntad política de la que carecen los lacayos del
gran capital que nos gobiernan) pesará cada vez más y asfixiará no sólo a ésta,
sino también a las próximas generaciones.

La famosa
recuperación económica es sólo un mito útil para que los dueños del país nos
sigan adormeciendo con la esperanza ilusoria de que esto algún día se arreglará,
y que será mediante medidas que no hacen más que ahondar nuestros problemas. Mientras,
los Consejos de Administración de la banca privada, de las grandes
constructoras, de la telefonía, del comercio minorista, siguen llenando sus
arcas y presentando excelentes cuentas de resultados a sus accionistas.

Despertemos.
La crisis es solo para los de abajo y seguirá golpeando cada vez más fuerte a
nuestras familias si no nos organizamos, articulamos, cohesionamos y damos una
pelea no sólo defensiva y económica (para que no nos sigan arrebatando los
derechos adquiridos), sino también, y sobre todo, para disputarles el timón del
barco a quienes nos condenan a una vida de incertidumbre y de necesidades
insatisfechas para mantener los privilegios de una minoría.

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