COLUMNISTAS | ANTONIO PÉREZ
Los Presidentes perpetran a
diario unos discursos anodinos, prescindibles, intercambiables y harto mentirosos.
Los construyen con una docena de palabras fluorescentes hilvanadas mediante una
gramática de parvulario. Son tan sencillos de entender que hasta los podemos
traducir antes de que sean pronunciados.
La última tanda de semejantes
hipocresías y vaciedades tuvo lugar durante el reciente entierro de Nelson
Mandela. Por fortuna, cuando nos disponíamos estoicamente a soportarla, llegó Thamsanqa
Jantjie y nos regaló la mejor y hasta diríamos la única y verdadera
interpretación del discurso del Poder.
Jantjie –loado sea su nombre-,
fue el genial indígena xhosa que tradujo las verborreas presidenciales al
lenguaje de signos y lo hizo en una actuación que merece pasar a la historia de
la dramaturgia: utilizando únicamente sus brazos y sus manos, navegó
atravesando olas de idiotez, escapó a las serpientes de la credulidad y aprovechó
la ocasión para escenificar el sinsentido presidencial.
Una burla magistral que fue el
mejor homenaje a Mandela. De hecho, en algunos momentos álgidos de su performance, Jantjie encarnó a Madiba. Fue cuando se echó las manos al cuello
simulando un estrangulamiento: exactamente lo que el difunto hubiera querido
hacer con esa mafia de Presidentes que le enjaularon por terrorista y que tan
contentos estaban porque, ¡al fin!, se libraban definitivamente de ese negro
que tuvo que recurrir a la lucha armada para librarse de aquel apartheid que
tan jugosos beneficios les reportó a los grandes asesinos de nuestros tiempos.
Toda genialidad tiene su coste y
esta vez fueron los sordos quienes lo pagaron. Ahora bien, ¿les perjudicó
perderse los discursos o más bien les ahorró el mal trago de entenderlos?
Optamos por lo segundo. Más aún, sostenemos que, ante los discursos del Poder,
todos debemos hacernos los sordos. Por ello, el ejemplo de Jantjie no sólo debe
universalizarse sino que debe ser declarado Tesoro Vivo de la Humanidad por ser
el fundador de una Escuela de Traductores muy superior a la del Toledo
medieval.
Enfrentado a tan impecable
traducción, ¿cómo ha respondido el Poder Democrático?, pues cómo acostumbra el
Poder Totalitario: encerrando al Héroe Jantjie en un frenopático.