Del banco vinieron
a medirnos talla, peso
y capacidades. Dijeron
que éramos pobres
y una parte de ese grave problema
a combatir.
También nos tomaron fotos
y nos impartieron talleres
para empoderarnos
obedeciéndoles
en sus programas asistenciales.
Nadie habló de la riqueza.
Nos elogiaron por ser puntuales
y no faltar a sus pláticas.
En otros barrios y comunidades,
fueron a decir lo mismo
funcionarios, grupos eclesiales
y de izquierda.
Nuestra pobreza los había unido.
A las mujeres las nombraron
beneficiarias, y a algunos hombres
les llamaron líderes naturales.
Han pasado treinta años de aquello
y siguen diciendo que somos pobres,
aunque algunos ya lo son en extremo.
A veces votamos por un nuevo partido
que prometió seguir combatiendo la pobreza.
Algún funcionario se sinceró
en una fiesta donde pusimos
el cartel de su empresa junto a la cancha
de básquet que reinauguraba:
ustedes no son nuestros beneficiarios,
son nuestro sostén, son nuestros clientes.
Anoche decidimos, luego de reflexionar
por qué ya no queremos seguir siendo pobres,
que ahora nos llamaremos:
Unión de Clientes en Resistencia.
Otra propuesta de nombre
que no alcanzó suficientes votos fue:
Unión de Pobres en Combate a la Riqueza.