A LA ATENCIÓN DE LOS SEÑORES:
D. Francisco Antonio González Pérez, Delegado del Gobierno en Ceuta
D. Jorge Fernández Díaz, Ministro del Interior
D. Arsenio Fernández de Mesa, Director General de la Guardia Civil
Todos hemos visto en estos últimos días las muertes de varios inmigrantes cuando intentaban pasar la frontera desde el Tarajal. Desde el Sindicato de Oficios Varios de Granada, adherido a la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.), sindicato anarquista histórico que protagonizó -cabe mencionar-, el sindicalismo en Ceuta en los años 30, y la Asociación Internacional de Trabajadores (A.I.T.) donde la CNT es su sección española, queremos mostrar nuestro pesar y disgusto ante el desarrollo de lo que está ocurriendo en la frontera, no solo ese día, donde estalló lo que podía ocurrir en definitiva, sino lo que está pasando cotidianamente. Debe saber que quien escribe esto es un miembro de la CNT de Granada, pero ceutí de origen, que ha vivido 20 años en su ciudad, y que la sigue visitando a menudo, pasando largas temporadas de vez en cuando, y que de hecho su domicilio fiscal continúa allí.
No vamos a relatar la tristeza y el lamento por las muertes y el drama de la vida de muchas de estas personas. Creemos que todos compartimos ese sentimiento. Pero sí nos gustaría indicar una serie de sugerencias en cuanto la política de frontera, vigilancia y control de seres humanos que se está siguiendo y que a nuestro juicio ha sido, en parte, factores causantes de todas estas desgracias, que no ha sido la primera en estos últimos diez años, como usted bien sabe.
En primer lugar, consideramos que, a día de hoy, y al margen de nuestra posición negativa hacia las fronteras, la función de los pasos fronterizos cumplen un papel básicamente de especificación de los límites de un Estado, que afecta en términos fiscales, legislativos y judiciales. A juzgar por la experiencia en la Unión Europea, el control de personas y en concreto la negación del paso a alguien es un aspecto secundario y hasta negativo, siendo relevante la celebración de la UE del derecho de paso libre sin necesidad de identificación ni pasaporte de los ciudadanos integrantes en la Unión. Muchos hemos vivido experiencias de cómo hemos entrado en un país donde hace unos pocos años se nos requería pasaporte, tal como pasa aún en Marruecos. Con todo esto, queremos señalar que la apertura de las fronteras a ciudadanos croatas, fineses o húngaros no han supuesto un problema político ni un peligro social. Ni tan siquiera los económicos, en cuanto entendemos la diferencia entre las personas en sí y la estructura económica de un nuevo país miembro. Por ello, entendemos que la negación al acceso a nuestro país carece de todo fundamento y sentido, siendo la principal razón de los propios Estados modernos los motivos fiscales y el reconocimiento por parte de quienes circulan de la nueva jurisdicción de donde acceden.
Dicho todo esto, consideramos que no se puede negar el acceso a nuestro país de las personas inmigrantes. Podemos llegar a entender el interés de las autoridades en identificar a los recién llegados, por motivos tales como la presencia de algún criminal de guerra o mafioso, lo cual no se resuelve con la expulsión, más bien lo contrario: su acogida, identificación, y si resulta ser alguien peligroso y con crímenes contra la población, su disposición a las autoridades judiciales, que no su expulsión “a una playa”.
Del mismo modo, la legislación internacional conlleva la acogida de todos los inmigrantes, documentados o no, y atender a las peticiones de socorro. Ceuta, ciudad africana, recibe la llegada de refugiados de guerra y de carácter político, cuya protección es exigida por las diferentes autoridades internacionales, la legislación de la ONU, y sobre todo el sentido común y humano. Para ello, los inmigrantes deben acceder al país y ser informados de su situación, y recoger cada caso. Desde luego, su expulsión por una playa en plan esclavos que van de la mano, no atiende a estas exigencias del derecho internacional que hemos mencionado, ni tampoco jugar a poner quien pone más vallas y más altas, para negar el acceso a las personas.
En coherencia con lo señalado, nos parece evidente que la colocación de cuchillas cada vez más peligrosas en lo alto de las vallas responden más al interés de impedir el paso de personas que el de frenar el mercado negro. Por humanidad, pedimos la eliminación de tales objetos cortantes, sean o no mortales, hagan heridas pequeñas o grandes, porque nos parece morbosos, sanguinarios y perversos las personas que llegan a justificarlo, por solo controlar los movimientos migratorios, que se corresponden a seres humanos, no a jinetes del Apocalipsis. Y por favor, que no sean sustituidos por medidas igualmente peligrosas contra la integridad física de los migrantes.
Pedimos, finalmente, a los cuerpos de la Guardia Civil y de quienes velan las fronteras, una mayor profesionalidad y humanidad. No vamos a entrar si empezaron ellos o los otros la violencia, los disparos de goma o las piedras. No vamos a entrar en las evidentes incoherencias de las autoridades españolas. El hecho es que los muertos lo tienen unos, y no otros, y eso revela mucho. No creemos que alguien se venga de Senegal o Gabón solo para darse el placer de lanzar pedruscos a un puesto de vigilancia. Creemos que es misión de la Guardia Civil socorrer a personas que se están ahogando, y no castigarlos. Es misión de ellos mantener la paz, lo cual se logra acogiéndolos y no expulsándolos, y desde luego no con cadáveres de por medio. Unos eran casi andrajosos, y otros llevaban material anti-disturbios. Creemos que no peligraba la seguridad de estos agentes, menos si ellos hubieran accedido a cumplir con su deber, sin más ni menos. No creemos en sus funciones represivas, y todo lo que ha pasado explican muchas cosas desde nuestra perspectiva, pero la actitud de la inmigración que llega a Ceuta es una constante y es bien conocida: los mueve la desesperación por acceder a nuestro suelo. No tienen un interés en agredir a los agentes, aunque ahora se diga lo contrario para justificar su labor en estos desgraciados hechos. Desde luego, un “fugado” es preferible a un muerto y a una batalla campal. Un fugado o cien o más. Al fin y al cabo, los motivos fiscales que mueven la frontera son solo unos cuantos duros más, y no vidas humanas. Los refugiados y los criminales, ya aparecerán: Ceuta es una ciudad pequeña. ¿Tanta ansiedad hay por impedir el paso y expulsarlos?
Se nos ocurre, quizás, que todo esto solo son prioridades que no compartimos por pensar diferente, o mejor dicho, por tener intereses diferentes. Para las personas trabajadoras, humildes, en paro, estudiantes de familias simples, es normal que compartamos la solidaridad y la empatía hacia esas personas que huyen de la pobreza, de las guerras y de los problemas en general. En estos años, al igual que a mediados del siglo XX, muchos españoles hemos emigrado a otros muchos países de Europa y Latinoamérica. Muchos ceutíes hemos buscado fortuna en otros sitios más allá de nuestra ciudad, desde mucho antes que la dichosa crisis. En cambio, para personas con “responsabilidades” determinadas e intereses económicos fundamentados en la competencia y en ganar y ganar, es lógico que les resulte un problema estas personas que llegan, y hasta que les parezca una amenaza de caos, de pobreza y de actitudes imprevisibles. Pero en el fondo, todos somos humanos, y además, arrieros somos, y en el camino nos encontraremos, como reza el refrán castellano. Nosotros tenemos la necesidad de expresar nuestra posición y proponer una política fronteriza más humana y lógica, que no resulte un peligro para las vidas de unos y otros.
Quedamos suyo, y esperando que la presente sirva al menos para su consideración, nos despedimos.
15 de Febrero de 2014
CNT-AIT Granada.