Carmen se ha hecho vieja hoy.
Será que los años de orfanato le han crecido sobre la espalda
y la encorvan en las cuestas arriba,
o será el recuerdo siempre tibio de su muñeca de cartón
sobre el retrete recién usado
el que ha teñido de blanco su cabello,
o las losas ajenas limpias bajo su rodilla
las que la han atrapado al mirar su reflejo sobre ellas.
A Carmen, la hija de Carmen,
le ha crecido entre sus piernas la carne de sus cuatro hijos
que, ya poco jóvenes, se agolpan entre sus dedos ahora artríticos
y cuando los abre salen caminando lentos como un carro cojo.
Pero esta mañana se ha levantado sobre sus más de sesenta marzos
y se ha agarrado a sus rodillas hasta elevarse, alta como el chopo cercano al río.
Será que su pecho se cansa y late casi sin ritmo
y sus manos se dejan vencer por el tiempo
y caen derrotadas como el fruto derramado por el árbol.
Será que el tiempo, ahora, pasa para ella más rápido y los días,
a veces,
tan sólo parecen horas.