ZONA LUMBAR | Extraído del cnt nº 426.
En las últimas semanas, a raíz del debate sobre los Presupuestos Generales del Estado, la reducción de la jornada, así, a grandes rasgos, ha vuelto a cobrar protagonismo. Es una lástima que una de las clásicas reivindicaciones a lo largo de la historia de la Clase Trabajadora sea utilizada para marcar diferencias entre sí por parte de esa casta improductiva parlamentaria.
El tiempo de trabajo define una relación de poder desde el momento en el que una persona ejerce control sobre el tiempo ajeno.
El sindicalismo oficial residente en la capital del Estado Bananero Español ve con buenos ojos las medidas propuestas y la CEOE se escuda en que esa discusión no está a día de hoy en la mesa sectorial con sindicatos y Gobierno. Ya se sabe que la receta de la CEOE pasa por la quiebra generalizada de la renta de los trabajadores —eufemísticamente llamada «moderación salarial»— además del desguace de la protección social.
La iniciativa de la reducción ha sido planteada como enmienda a los presupuestos por la coalición Más País-Equo. Me ha resultado curiosa, a la par que sorprendente, una parte de la intervención del portavoz de esa formación en la que defendía «Hay que abandonar la mentalidad obsoleta que se fija solo en el número de horas trabajadas. La clave para la generación de riqueza es la productividad».
Mal asunto si la productividad, concepto emblemático del capitalismo, gana terreno de una manera tan abrumadora ya que la Patronal traduce los incrementos de la productividad hacia el desempleo antes que hacia la reducción de la jornada laboral.
Tanto el reparto del trabajo (horario, días) como el reparto de la riqueza (salario, productividad) forman parte de un mismo bloque.
No me consta a mí que la Clase Trabajadora organizada se refugie solo en el número de horas trabajadas pero es evidente que el tiempo de trabajo define una relación de poder desde el momento en el que una persona ejerce control sobre el tiempo ajeno.
«Todos partimos de una igualdad básica. Independientemente de nuestras coordenadas sociales, el día tiene veinticuatro horas para todos. Técnicamente el tiempo es algo imposible de producir. Sólo el ejercicio del poder, al apropiarnos del tiempo de los demás, puede acrecentarlo. El poder se mide como la relación entre el tiempo obtenido de los demás y el tiempo necesario para conseguir esa movilización». (Anisi, David Creadores de escasez, Alianza, Madrid, 1995).
El debate sobre el reparto alberga tal amplitud que puede diluirse si no se entiende que tanto el reparto del trabajo (horario, días) como el reparto de la riqueza (salario, productividad) forman parte de un mismo bloque.