COLUMNISTAS | ANTONIO PÉREZ
Turistas modernos, atención: no
vayan a Vietnam o Namibia porque están pasados de moda. Ahora lo que se lleva
es Myanmar (antes, Birmania). Allí les esperan la mitad de las mujeres-jirafa
(la otra mitad esta en Tailandia), el puente sobre el río Kwai, mil pagodas,
130 pueblos indígenas y opio en abundancia. Turistas de la aventura, apresúrense
porque, en el año 2013, ya se les adelantaron un millón de aguerridos curiosos.
A su vez, los turistas religiosos
conocerán en Myanmar lo que es una dictadura militar budista. ¿Una rareza? Para
nada: religión es religión y su apellido es Terror. Que se lo pregunten a los
tibetanos sometidos en denantes a una teocracia que se adornaba con collares de
huesos humanos. O a las víctimas de los Jemeres Rojos de Camboya, genocidas no
menos budistas. Y nos da igual que los fieles de Sidarta Gautama aseguren que
lo suyo no es religión porque no tienen dioses y que, al reencarnarse, lo mejor
es volver a ser persona porque convertirse en Dios es de pobretones.
La mejor prueba de que los
milicos de azafrán son muy religiosos la tenemos al constatar que han abierto
el país al turismo al mismo tiempo que bombardean con renovado ahínco a las
cinco guerrillas indígenas que todavía les resisten: las de los pueblos Karen,
Wa, Kachin, Shan y Mon. Pero, ¿qué tiene que ver la antropología con el
turismo, con la religión y, finalmente, con la transición birmana? Pues
elemental: que, una vez descubiertos los filones del turismo y de la transición
política, la perversidad religiosa debe saciarse contra nuevos objetivos y, por
la fuerza de la costumbre, los primeros “habituales sospechosos” son los
indígenas.
En la misma onda, los monjes
budistas, tan pacíficos ellos, la han emprendido contra los indígenas Rohingya
que no están enguerrillados porque su religión –o su escaso peso demográfico- se
lo impide; pero la religión de este pueblo es el Islam y el régimen birmano,
mitad monje mitad milico, evidentemente no quiere que cuatro sarracenos sin
colorines ahuyenten a los turistas así que leña al musulmán reacio a la foto.
Además, sería imposible vender a los turistas que hay indígenas islámicos,
pacíficos y sin dogales de latón. Solución: más leña al moro.