SINDICALISMO | ZONA LUMBAR | Viñeta de Eneko | Extraído del cnt nº 435
EN LA PRÁCTICA de los deportes de contacto directo, dos reglas elementales se imparten desde el comienzo. La primera, en caso de sufrir ataque, consiste en esquivar y marchar. La segunda, en el mismo caso, esquivar y repeler el ataque. Ninguno de los dos escenarios es deseable pero no hay que perder la perspectiva de que por muy hermoso que amanezca el día siempre puede aparecer el/la imbécil de turno que se encuentre en disponibilidad de joderlo.
Y aunque la impresión que prevalece como clave ante un ataque radica en la opción de marchar o repeler, no es menos cierto que la acción de esquivar adquiere especial relevancia puesto que la dos opciones anteriores dependen de ella.
El crecimiento como organización y la militancia bien engrasada en idónea puesta a punto son la garantía de una autodefensa eficaz como clase trabajadora ante los ataques que sufrimos.
Para esquivar, es decir, para no recibir un sopapo que ratifique aquello de quien da primero da dos veces y, como consecuencia, se complique la posibilidad de marchar o repeler, hace falta entrenamiento permanente semana tras semana; sólo de esta forma, con la preparación tanto física como mental que lleva asociada la esquiva, estaremos en buenas condiciones para decidir en qué instante es más acertado marchar y cuándo la opción más apropiada de las que disponemos consiste en repeler.
Como clase trabajadora, nuestra obligación militante consiste precisamente en eso, en la preparación constante con el fin de esquivar las pretensiones de aquellas personas que con sus imposiciones, como clase social antagónica a la nuestra, quiebran cualquier proyecto de libertad, igualdad y fraternidad. Una vez esquivadas, estaremos en el lugar propicio para escoger la respuesta más conveniente en función de la ocasión.
El crecimiento como organización y la militancia bien engrasada en idónea puesta a punto son la garantía de una autodefensa eficaz como clase trabajadora ante los ataques que sufrimos. Vamos a esquivar con inteligencia y, a partir de ahí, que empiecen a temblar quienes se empeñan en jodernos la vida.
Ocurre que para que dos personas vivan en paz es necesario que ambas deseen la paz; si uno de los dos se obstina en querer obligar por la fuerza al otro a trabajar para él y a servirlo, para que ese otro pueda conservar su dignidad de hombre y no quedar reducido a la más abyecta esclavitud, pese a todo su amor por la paz y por el entendimiento, se verá sin duda obligado a resistir a la fuerza con medios adecuados.
(Errico Malatesta . Anarquismo y Anarquía. Tupac Ediciones, 2000, pág. 40)
Una respuesta a “Autodefensa de clase”
Los comentarios están cerrados.