Lo que más llama la atención de las reacciones al anuncio del ministro Corbacho de acabar con las llamadas «contrataciones en origen» no es tanto lo que se ha dicho como lo que no se ha dicho.
En efecto, es atronador el silencio de críticos y de partidarios, acerca de las consecuencias sociolaborales de la contratación en origen, una práctica que, lejos de beneficiar al trabajador inmigrante, le coloca en una situación de indefensión ante la empresa contratante y coarta sus posibilidades asociativas y de lucha. Las características de este sistema hacen que sea una modalidad predilecta de la patronal para acceder a abundante mano de obra carente de vínculos con la comunidad, altamente productiva, refractaria a la organización y no reivindicativa.
Es por eso que la patronal se ha pronunciado contraria a la aplicación de una medida que, dicho sea de paso, prevé notables excepciones precisamente en uno de los sectores donde el capital más se beneficia de esta modalidad de contratación: el campo. La propuesta, de hecho, tal como se ha anunciado, no evitaría que continuara, entre otras cosas, el vergonzoso tráfico de trabajadores en condiciones de semiesclavitud con destino a las plantaciones freseras del occidente andaluz.
Corbacho, naturalmente, como gestor del capitalismo que es, no pretende acabar con un sistema que genera tantos beneficios para unos pocos a costa de una gran explotación de muchos, ni pretende limitar la contratación en origen por sus características antiobreras, sino en un intento desesperados de paliar los efectos sobre la economía española de un paro que no cesa de crecer a consecuencia de la crisis.
¿Qué consecuencias sociales tendría que se frenara realmente la contratación en origen? Principalmente, una dificultad para la patronal de encontrar mano de obra… con las características ya apuntadas y en las condiciones que ofrece actualmente. Éstas las tendría que elevar y se beneficiarían de ello tanto trabajadores nativos como inmigrados.
Decimos claramente que nosotros no hacemos esas distinciones, ni nos decantamos por la defensa de unos frente a otros: somos conscientes de que formamos parte de una misma clase, de que sufrimos los problemas causados por un mismo sistema injusto y que nuestra unidad es necesaria para hacer frente a quienes nos explotan. En nuestra organización tanto unos como otros tienen un puesto de lucha.
Los trabajadores tenemos que convencernos de la importancia de aunar fuerzas con el resto de trabajadores, sean de donde sean. Debemos esforzarnos por integrar a nuestras organizaciones de clase a los que llegan a las empresas y sectores donde estamos activos y a los barrios donde vivimos, y no considerar competidores indeseados a los recién llegados. Si nos organizamos codo a codo, sin exclusiones, no habrá competencia entre nosotros, podremos mejorar las condiciones de vida de todos.
Es también una necesidad del momento, impuesta por la globalización capitalista, fortalecer nuestros lazos internacionales, por encima de las fronteras, como lo hace el capital. La masacre de luchadores sociales en Colombia, la ocupación militar de Haití, las difíciles circunstancias en las que se está batiendo la clase trabajadora y sus organizaciones en dichos países y en Bangla Desh, Egipto, Pakistán, Indonesia… todo eso también nos afecta y nos debe preocupar a quienes trabajamos a miles de kilómetros de ellos. Apoyemos los movimientos obreros locales, luchemos para que ningún trabajador tenga que abandonar su casa y marchar a un lugar extraño para poder vivir con decoro.
Federación Local de Sindicatos de Sevilla