Las recientes elecciones andaluzas has supuesto un choque brutal con la realidad para quienes venían depositando buena parte de sus esperanzas en los resultados electorales. Para quienes confiaban en un continuismo, más o menos modulado por Adelante Andalucía, del régimen que el PSOE ha mantenido durante décadas en nuestra tierra y para quienes lo percibían, al igual que en Madrid, como un mal menor.
Es evidente que la abstención ha sido la forma elegida por muchos trabajadores y trabajadoras andaluces para mostrar su rechazo, su hartazgo y su desconfianza hacia quienes reclamándose de izquierdas han manteniendo a nuestra tierra en la postración, la falta de alternativas, la pobreza, y la exclusión social, con cotas de precariedad cada vez mayores mientras hacían desde el gobierno lo contrario de lo prometido, una y otra vez, desde un estilo de gobierno marcado desde hace mucho por la prepotencia y la corrupción.
Pero estas elecciones han sido también una señal de alarma sobre cómo el discurso de la extrema derecha más populista se ha ido infiltrando en el tejido social, a caballo de los brutales efectos de años de precariedad, desempleo, emigración, de la más absoluta falta de seguridad y perspectivas vitales para muchos de quienes pertenecemos a las clases populares de Andalucía. Ya sabemos que cuando desde la izquierda en el gobierno no se dan respuestas a la desesperación y a la falta de expectativas de la clase trabajadora, la extrema derecha, en cualquiera de sus versiones, está siempre esperando de su turno.
Años de reformas laborales, retrocesos sociales, desempleo de larga duración, precariedad vital, emigración, servicios sociales en retroceso, desierto industrial, austeridad, clientelismo y corrupción, impulsados con más o menos ímpetu por partidos que, reclamándose distintos, acaban practicando políticas muy parecidas en lo fundamental, en lo que afecta al día a día de la clase trabajadora, han generado el clima social de individualismo, desconfianza en las soluciones colectivas, apatía, desesperanza, y búsqueda de chivos expiatorios y nacionalismo identitario, de uno u otro signo, que traslucen los resultados electorales del pasado domingo.
Porque en estas elecciones, la abstención y el voto a la extrema derecha, coincide con una fuerte desmovilización de la clase trabajadora, cuyas causas las podemos buscar en la dureza de la crisis, el paro o la precariedad, pero también en la apuesta desmedida por lo electoral y el acceso a parcelas muy limitadas de poder, al albur siempre de los medios de comunicación, como horizonte exclusivo para canalizar las aspiraciones surgidas de las plazas, de las marchas, de las huelgas generales y las movilizaciones contra las reformas laborales, los recortes de derechos y pensiones, o el patriarcado.
Pero quienes desde el anarcosindicalismo defendemos que no hay atajos, y que necesitamos contrapoder popular, en los centros de trabajo y en los barrios, como anticuerpos contra el fascismo, como anticipo de otros valores, como la mejor herramienta para hacer posible la transformación social radical que necesitamos, estas elecciones nos deben servir también como llamada de atención, como revulsivo, como llamada a la reflexión, no sólo a la acción, sobre la urgencia de construir desde el sindicalismo, desde los ateneos, las asambleas vecinales y populares, los centros sociales y las ocupaciones rurales una alternativa real y cotidiana con los millones de trabajadores y trabajadoras que no han votado, pero que tampoco se han organizado en un sindicato, ni han salido a la calle a defender sus derechos. Una alternativa desde la solidaridad y la lucha, también para quienes pueden tener la tentación de buscar en los chivos expiatorios, que les agitan desde la clase política y las oligarquías, la solución a sus problemas.
Es hora de situar las necesidades básicas de la clase trabajadora en el primer plano, el Pan, Trabajo, Techo y Dignidad, que gritamos colectivamente por calles y caminos; hora de construir herramientas eficaces para la lucha, desde abajo y buscando alianzas; hora de situarse en primera fila en la defensa de los derechos y conquistas que con toda seguridad el gobierno de la Junta, se conforme como se conforme, va a tratar de socavar, ahondando las políticas neoliberales que ya padecíamos y que siempre esconden tras sus eslóganes electorales vacíos, agravando aún más la situación de paro y precariedad.
El régimen surgido de la transición hace agua, lo cual debe ser para quienes los hemos impugnado desde su inicio, no sin inquietud e incertidumbre, una oportunidad para hacer realidad avances hacia una sociedad alternativa, más justa y solidaria.
Si no lo hacemos, si no construimos alternativas reales, seremos responsables también de la deriva fascista que se adivina y que bebe de la desesperanza y el odio hacia los más débiles como principal válvula de escape. Toca por tanto hacer realidad nuestro llamamiento a organizarse y luchar.
Comité Regional CNT Andalucía