Un año más, un día más, una fecha más, una más de las miles de efemérides que inundan el calendario. Y sin embargo, este no es un día cualquiera. Es el día en que las mujeres dejamos de ocupar titulares como víctimas de la violencia de genero para pasar a ser las heroínas de la jornada, siempre con la coletilla del “aún queda mucho por hacer”.
Casi con toda seguridad una de las mujeres que este día bañe de violeta sus redes sociales, lleve mas de ocho horas de jornada laboral, haya terminado las tareas de su casa sin desatender a los hijos y quizá con suerte haya tenido tiempo para dedicar unos minutos a su cuidado personal, mas por obligación que por devoción. Preocupada por una imagen que ya no recuerda a quien le importa más, si a ella o a un sistema que se empeña en estigmatizarnos si no nos aderezamos.
O quizá esa mujer aun no ha vuelto del trabajo, se ha prendido un lazo violeta en la chaqueta de ejecutiva y ha vuelto a rehacer el informe que deberá presentar sin falta a primera hora del día siguiente, intentando no sentirse frustrada e incompleta en una sociedad que le ha obligado a elegir entre realización personal y laboral. Una mujer que hace mucho tiempo que entendió que la llamada “conciliación” es un termino sólo aplicable al universo femenino.
Puede ser que esa mujer esté terminando de recoger a sus hijos del cole mientras recuerda los años en que podía trabajar, cuando aun no había renunciado a todo por su maternidad. Se siente culpable cada vez que piensa en liberarse de tanto en cuando de sus hijos y se sumerge en un universo de ansiedad y depresión porque no entiende el origen de su malestar, porque ser madre no es la panacea que le habían ‘vendido’; en definitiva, porque ya no se acuerda de quien es ella en realidad.
Y permanecemos ajenas al hecho de que seguimos cobrando menos por desempeñar el mismo trabajo que los hombres, que seguimos sin tener acceso a los llamados puestos de responsabilidad, en la mayoría de los casos maniatadas por una autoimpuesta tarea de cuidados, que seguimos siendo las que en un alto porcentaje no se reintegran a su puesto laboral tras la maternidad, sin opción a plazas en guarderías publicas, prácticamente suprimidas. Seguimos siendo las culpables de violaciones y vejaciones, abocadas a no salir a la calle sin escolta masculina, a riesgo de provocar. Inundamos facultades y escuelas superiores, desoladas por el incremento de paro femenino,muy superior al masculino.
Las mujeres, principales victimas de la crisis de un sistema en decadencia, hacemos nuestra la palabra SORORIDAD, y reivindicamos la lucha contra el patriarcado y el capital, empeñadas en hacer ver que una revolución que no cuente con nosotras en sus filas esta destinada al fracaso. Por nosotras, por nuestra dignidad como mujeres, como trabajadoras, contra elpatriarcado, haced vuestro el grito:
¡VIVA EL 8 DE MARZO!