La solución a la crisis
Las crisis económicas son consustanciales al sistema
capitalista. Se producen periódicamente, desde que tal sistema existe,
para desgracia de la Humanidad. Lo más curioso es que las crisis del
capitalismo son crisis de superproducción, a diferencia de otras épocas
en las que las crisis no ocurrían por sobreabundancia de productos, sino
por escasez o carencia de los mismos, lo que acarreaba grandes
hambrunas con su cortejo de enfermedades y muerte.
En cualquier caso, no seremos nosotros quienes digamos a
los capitalistas qué deben hacer para superar una crisis de la que sólo
ellos son responsables, pero de la que -como ocurre siempre- sólo los
asalariados pagaremos las consecuencias. Para nosotros la crisis es
permanente; lo único que cambia es que en algunos momentos -como en los
actuales- nuestra situación se agrava. Al fin y al cabo, el problema
reside en la correlación de fuerzas entre dos clases sociales
con intereses contrapuestos, antagónicos: la clase burguesa, que detenta
la propiedad exclusiva de los medios de producción y de distribución, y
la clase proletaria, que no posee más que su fuerza de trabajo manual o
intelectual y que, por ello, tiende a vender esa fuerza al precio más
alto posible. El salario del trabajador, y por ende el trabajador mismo,
es sólo un concepto más de los que integran el coste de producción,
exactamente igual que la maquinaria, el fluido eléctrico o el
combustible. Y cuando se considera así al trabajador, y no como a un ser
humano, se le puede despedir sin contemplaciones, rebajar el sueldo,
humillar, acosar para que él mismo rescinda voluntariamente el contrato
de trabajo ahorrándose el empresario la indemnización por despido
improcedente, etc. Cuando se hace abstracción de la condición humana de
otros seres, cuando se les deshumaniza, se puede hacer con ellos lo que
se quiera, sin remordimientos ni escrúpulos morales de ningún tipo. Y
eso es, ni más ni menos, lo que los capitalistas hacen con nosotros.
Aunque hemos dicho más arriba que no diremos a los
capitalistas qué deben hacer para salir de SU crisis, no podemos
permanecer callados ante las medidas anunciadas por el gobierno, que se
traducirán en brevísimo plazo en un decretazo antiobrero a añadir a la
larga lista de los promulgados durante los años de existencia de esto
que llaman pomposamente régimen democrático. Y tenemos que decir que
rebajar el sueldo a los funcionarios, congelar las pensiones o eliminar
la retroactividad de los efectos económicos en las resoluciones
derivadas de la Ley de Dependencia -entre otras medidas- no es el camino
más apropiado para solucionar la llamada crisis, y contarán con la
oposición decidida de la CNT.
Sin pretender ser exhaustivos, vamos a citar algunas
medidas que
deberían adoptarse, sin tocar para nada a los funcionarios, los
pensionistas o los dependientes:
– Eliminación de las subvenciones a los partidos,
sindicatos y organizaciones empresariales (que se financien
exclusivamente con las cuotas y donativos de sus afiliados).
– Eliminación de las subvenciones a las ONG,
organizaciones que,
paradójicamente, no pueden ser más gubernamentales, al depender
económicamente del gobierno de turno. Además, esas organizaciones no
gubernamentales dependen o de la iglesia católica (gran parte de ellas) o
de los partidos, los sindicatos o la patronal, que tienen así otra vía
más de financiación.
– Desaparición del sistema autonómico. Además de
mantener al
gobierno central, mantenemos a todos los gobiernos de las autonomías,
con el consiguiente encarecimiento y la proliferación del caciquismo y
la corrupción. Es evidente que ello supondría la reforma de la
Constitución de 1978, pero si por vía de urgencia se puede atentar
contra los derechos económicos y sociales de los trabajadores, no
podemos admitir que revista dificultad alguna cualquier otra reforma
legal, aunque se trate de la Constitución a la que, por cierto, los
libertarios ni votamos
ni aceptamos.
– Desaparición de varios ministerios claramente inútiles
(lo ideal sería la desaparición de todo el Gobierno).
Podrían haberse evitado los gastos ocasionados por el
Plan España 2000, pero eso no tiene remedio, aunque sólo ha servido para
disfrazar un poco el paro en la construcción, realizando obras
innecesarias e incluso absurdas, en no pocos casos.
Lo cierto es que nos encontramos inmersos en el
liberalismo a ultranza,
y es correcta la expresión neoliberalismo que se suele emplear, porque
ya no se trata (como en el liberalismo clásico) de dos clases sociales
enfrentadas y el Estado como una especie de árbitro, sino que la
burguesía ha conquistado el Estado y lo ha puesto a su servicio directo,
para asegurarse de que cumple la función para la que fue creado:
garantizar la dominación política de la burguesía sobre los
trabajadores, condición indispensable para poder seguir explotándonos
perpetuamente.
¿Qué podemos hacer? Desde luego, organizarnos para la
lucha contra el Sistema, porque desapareciendo el capitalismo
desaparecerán las crisis. Los grandes males sólo pueden combatirse con
grandes remedios, y tales remedios no consisten, por supuesto, en una
huelga general de 24 horas, suponiendo que UGT y CCOO se atrevan a
convocarla, lo que es mucho suponer, y en el mejor de los casos sería
una válvula de escape para la presión que les hacen los trabajadores,
incluidas sus propias bases.
Una huelga general indefinida, que paralice el país
hasta que el Gobierno retire las medidas antiobreras y antisociales y
que sirva de
aglutinante para que los trabajadores recuperen la conciencia de clase y
actúen unidos, con la mirada puesta en la destrucción del sistema
capitalista por medio de la revolución social, es el único medicamento
eficaz contra las enfermedades congénitas del propio sistema.