Acción Directa… ¡Siempre!
Nunca la clase obrera ha conseguido algún avance sin
haber luchado por ello. Esta es una verdad incontrovertible. Y ello es
así porque toda la legislación -incluida, por lo tanto, la legislación
laboral- está diseñada no para facilitar nuestra emancipación, sino, por
el contrario, para que se perpetúen la dominación política y la
explotación económica de una clase
social por la otra. Tan claro tenía esto la CNT que después de oponerse a
los Pactos de la Moncloa mostró su oposición, en su momento, al
Estatuto de los Trabajadores y a otras normas jurídicas; como por
ejemplo la que regula desde 1977 el derecho de huelga. Cualquier norma
jurídica lo que hace es delimitar un terreno del que los afectados por
la misma no pueden salir y establecer unas fronteras que no se pueden
cruzar. La única ley buena es la que no existe. Sólo una ley sería
admisible: aquella que declarara la abolición de todas las leyes
existentes.
Siempre se ha opuesto el anarcosindicalismo a todo tipo
de colaboración de clases, de pactos sociales y de instrumentos de
mediación creados por el Estado y la burguesía, ya se tratara de Jurados
Mixtos o Comités Paritarios e, igualmente, se opuso a cualquier forma
de delegación,
mediante el voto, del poder de decisión sobre todo aquello que nos
afecte que sólo a cada uno de nosotros corresponde. Por eso estuvo
también en contra de los Jurados de Empresa y Enlaces Sindicales del
sindicalismo vertical francofalangista, y por eso está en contra de los
actuales Comités de Empresa y Delegados de Personal del nuevo
verticalismo representado, principalmente pero no en exclusiva, por CCOO
y UGT. Y ello no impidió a la CNT alcanzar grandes éxitos en la lucha
por la mejora de las condiciones de trabajo y de vida de los explotados.
Las más altas cotas, en estos aspectos, las alcanzaron los obreros
organizados en la CNT.
La CNT debe continuar su trayectoria histórica, sin
judicializar su actividad sindical y sin recurrir sistemáticamente a los
organismos de conciliación previos a la vía judicial. La aceptación de
estas vías no deja de ser la aceptación del sistema imperante, y hay que
tener en cuenta que si de verdad se quiere combatir el Sistema
Capitalista sólo se puede
hacer desde fuera de él, porque si se está dentro se le está reforzando,
se le está apuntalando. Tenemos que pensar también que dichas vías no
son otra cosa que acción mediada absolutamente opuesta por lo tanto a la
acción directa que propugnamos y que es una de las ideas-fuerza del
anarcosindicalismo. Además, la experiencia nos demuestra que los
sindicatos confederales ganan conflictos continuamente mediante la
acción directa, y ello a pesar de las muchas dificultades que tenemos
que enfrentar; lo que consigue un abogado ante los tribunales suele ser,
normalmente, aquello tan fácil y tan claro que sería escandaloso el que
se nos negara. Y aún así… Por otro lado, para la CNT el sindicalismo no
es un fin en sí mismo, sino únicamente un medio para
organizarnos los trabajadores y prepararnos para la conquista de nuestra
emancipación a través de la revolución social; y la revolución social
supone, en primer lugar, la destrucción del orden jurídico burgués.
La no delegación a través del voto, a la que antes nos
referíamos, nos lleva, lógicamente, a no aceptar las elecciones
sindicales, que constituyen -por otro lado- la puerta de entrada a toda
la corrupción sindical: subvenciones, liberados, cargos remunerados,
ejecutivismo… Los comités de empresa son, en realidad, de naturaleza
antisindical,
puesto que la actividad sindical sólo consiste en depositar un voto en
una urna cada cuatro años, y los trabajadores -supuestamente
representados en su conjunto por el comité- no sienten la necesidad de
organizarse para luchar por sus intereses. De ahí el bajísimo porcentaje
de afiliación sindical. De ahí, también, que nos encontremos ante una
correlación de fuerzas en la que la clase dominante y explotadora se
siente fuerte y avasalladora, porque sabe que tiene enfrente a una clase
obrera sin conciencia de sí misma, sumisa, desmoralizada, desorganizada
e inerme.
El sistema de elecciones interesa, realmente, sólo al
Estado, a los empresarios y a las burocracias sindicales, y perjudica
gravemente a los trabajadores. Hay que romper la costra que impide el
crecimiento rápido de la CNT, hay que organizarse, hay que fortalecer la
mejor herramienta creada por los trabajadores para la defensa, la
conquista de mejoras
constantes y para la consecución algún día de una sociedad justa, libre e
igualitaria, sin olvidar jamás que los medios predeterminan el fin y
que, como dijo Bakunin, los medios son ya el fin. Y todo lo que hemos
dicho sobre la acción directa en el terreno laboral vale, por supuesto,
para el repugnante mundo de la política.
Sólo hay una auténtica organización sindical: la CNT.
Sólo existe un verdadero sindicalismo: el anarcosindicalismo. Por ello
debemos luchar sin descanso, hasta alcanzar el triunfo.