Contra cualquier pacto social
Una vez más, los
autodenominados agentes sociales se están reuniendo con el objetivo
declarado de llegar a un nuevo pacto social -aunque no le dan ese
nombre, tal vez porque les avergüence utilizarlo-, y tanto UGT-CCOO como
la CEOE y el Gobierno supuestamente socialista intentan convencernos a
todos de la conveniencia de llegar a un acuerdo de ese tipo.
La CNT, sin embargo, está absolutamente en contra de que
se suscriba ese pacto o cualquier otro, puesto que no son más que
cambalaches y componendas que únicamente sirven para remachar las
cadenas que nos atan, no por invisibles menos sólidas. Aunque
-repetimos- no hablan de pacto, sino de diálogo social; tal vez crean
que esta última expresión es más suave, y por ello puede ser aceptada
más fácilmente, pues dialogar no presupone necesariamente llegar a
acuerdos concretos. Pero no nos van a engañar con tan burdas artimañas,
porque, en el mejor de los casos, ¿cabe el diálogo entre el verdugo y la
víctima? ¿Cabe el diálogo entre el amo y el esclavo? Nosotros creemos
que no, y consideramos, en consecuencia, que tampoco cabe el diálogo
entre el explotador y el explotado, entre el liberticida y el
libertario. No cabe pacto con el enemigo.
Los militantes de la CNT gozamos de buena memoria, y
conocimos ya, desde la muerte del Dictador, numerosos pactos sociales
(Pactos de la Moncloa, AMI, ANE, AI, AES…), todos los cuales
supusieron la entrega de los partidos mal llamados de izquierda, de sus
sindicatos-correas de transmisión, o de ambos, en brazos del
capitalismo, plegándose a las exigencias económicas del Sistema con tal
de conseguir, mantener e ir incrementando sus prebendas y privilegios.
Todos los partidos se mantienen a costa de los presupuestos generales
del Estado, e igualmente ocurre con los sindicatos reformistas, que son
todos excepto la CNT. Al fin y al cabo, el sistema de elecciones
sindicales no es otra cosa que trasladar al seno de los centros de
trabajo el parlamentarismo democrático-burgués, y un comité de empresa
es una reproducción a pequeña escala del Congreso de los Diputados. Lo
mismo que los partidos garantizan al Estado la sumisión de los
ciudadanos en general, a través de las elecciones políticas, los
sindicatos garantizan al Capital la sumisión de los trabajadores en
particular.
En último extremo -tanto por la vía de las elecciones
políticas como de las elecciones sindicales- se busca la autoanulación
del individuo, que mediante el acto de votar delega su poder de decisión
en otras instancias, y perpetúa, así, su doble condición de explotado y
oprimido, con lo que el capitalismo se eterniza e incluso va
perfeccionando sus estructuras. Pero es que, por otro lado, la
aceptación del sistema de elecciones sindicales es la aceptación de la
ausencia de libertad sindical. Lo decimos así de claro: En España no
existe la libertad sindical, y quien diga que si o es un iluso o es un
malvado. No puede existir libertad sindical cuando se impone un sistema
(el de elecciones) y se persigue en no pocos casos, más o menos
descaradamente, la constitución de secciones sindicales de la CNT.
Constantemente entramos en conflicto con empresas que despiden a quien
se presenta como delegado o delegada de una sección sindical confederal.
Estamos -lo venimos diciendo desde hace muchos años- ante un nuevo
verticalismo, como el que imperaba bajo el régimen franquista.
Cuando escribimos este editorial, los tales agentes
sociales siguen con sus reuniones o aquelarres, y mientras tanto nos van
distrayendo a través de los medios de comunicación, hablándonos de que
la CEOE exige una rebaja del 5% en la cotización a la Seguridad Social,
lo cual a los sindicatos y al Gobierno les parece exagerado, barajando
estos últimos un tanto por ciento menor; en resumen: han entrado en el
regateo, lo que supone que alguna rebaja tendrán los empresarios. Ello
significa, evidentemente, que la plusvalía que los explotadores
obtendrán con nuestro trabajo será mayor, desviándose hacia las arcas de
las empresas una importantísima cantidad de dinero que debería
continuar llegando a la Seguridad Social, como hasta ahora. Y todo ello
no impedirá, por supuesto, que sigan atemorizando a los jubilados con la
probable quiebra de la Seguridad Social si no votan al partido en el
poder.
Además, la CEOE exige la flexibilización y el
abaratamiento del despido, su tema recurrente y, en cualquier caso, una
situación como la actual siempre beneficia a la clase explotadora,
porque cuando la situación económica vuelva a la normalidad, los
empresarios dispondrán de un enorme ejército de parados, entre los que
podrán escoger a aquellos que sean más sumisos y estén dispuestos a
trabajar jornadas más largas por salarios más bajos.
Al final, nos echarán encima una nueva reforma laboral
(aunque sin nombrarla), después de un pacto social (al que llamaran -ya
lo llaman- diálogo). Y, para acabar de rematar la faena, la delincuencia
provocada por la situación económica les servirá para justificar el
control policíaco de la sociedad, porque siempre es bueno para el Estado
un índice de delincuencia que pueda manejar con cierta facilidad y sea
la excusa para dictar leyes represivas.
En resumen: hay que abandonar esas organizaciones
supuestamente sindicales que son, en realidad, instituciones del Estado y
piezas clave del Sistema Capitalista. Hay que abandonar esos
seudosindicatos, lo mismo que en su día se abandonó el sindicalismo
vertical fascista. La alternativa es clara: la CNT. Una central sindical
digna de tal nombre cuyos miembros ni pactamos ni callamos.