Una de las manifestaciones más claras y generalizadas de la precariedad laboral es la temporalidad. El hecho de tener que estar pendientes de una futura renovación del contrato de trabajo nos pone a las trabajadoras y trabajadores en una situación de inferioridad frente al empresario. De esta manera, bajo la coacción de la futura renovación, se cometen muchos abusos amparándose en el miedo de las plantillas: jornada más larga de lo que marca el contrato, horas extras que no se pagan, carga de trabajo frenética a expensas de la calidad del trabajo que se hace, aplicación “creativa” del convenio vigente ignorando pluses salariales, condiciones de los permisos retribuidos… y un largo etcétera.
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