1. Análisis de la situación actual

Contexto económico

La CNT no ha errado en su análisis sobre la reconfiguración del tejido productivo nacional y mundial. Para la entrada de España en el grupo de cabeza de las economías mundiales eran necesarios profundos ajustes económicos dirigidos a la modernización empresarial amén de una desregularización laboral. Lo segundo fue prioritario desde los Pactos de la Moncloa de 1977 no sólo para la Patronal y el Gobierno sino incluso para los partidos supuestamente obreros y sus correas de transmisión CCOO y UGT. Sin embargo, la modernización de nuestro aparato productivo ha ido dejándose en suspenso de manera que aún en 2010 el Gobierno no ha terminado de concretar las líneas maestras de una serie de reformas que habrían de insertar la economía española en la era del sílice y el conocimiento.
En 1990 aventurábamos que el camino que emprenderían Gobierno, patronal y burosindicatos sería el de la concertación social, con tasas de crecimiento “en torno al 5%, mantener el incremento de los beneficios empresariales y conseguir que los aumentos salariales se hagan en base al incremento de la productividad”. El resultado de esta política ha sido una pérdida de poder adquisitivo de la clase trabajadora a la par de un incremento de los beneficios empresariales nunca conocidos en este país.
La bonanza de finales de los 90 y pricipios de siglo ha resultado ser un espejismo fruto de la especulación urbanística y la cultura del pelotazo introducida por los distintos gobiernos y sus privatizaciones a la carta que tanto fomentaron la internacionalización de muchas de las empresas antes nacionales (energía y telecomunicaciones principalmente). Tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria cientos de miles de trabajadores asisten atónitos a un futuro de desempleo al que han sido condenados por una clase política y empresarial corta de miras con la connivencia de los Œ burosindicatos.
Si la huelga general del 14D de 1988 no consiguió paralizar más que temporalmente la política económica del gobierno socialista; las reformas laborales de los 90, también del PSOE, consiguieron introducir las ETTs pese a las huelgas generales de 1992 y 1994. Los años de la bonanza económica lo son también para la paz social, tanto monta monta tanto. De manera que tenemos que esperar hasta 2002 para poder asistir a una nueva huelga general auspiciada por los grandes, esta vez sí, contra un Gobierno del PP. El Decretazo que pretendió liquidar beneficios relacionados con las prestaciones y subsidios fue recortado fruto de la huelga general del 20J llevándose los trabajadores del campo la peor parte, síntoma de su debilidad en el entramado laboral y sindical español. Esta disminución de la conflictividad sindical no sólo se ejemplariza con los “grandes eventos de lucha” sino también con las huelgas sectoriales o de empresa que no han hecho más que disminuir desde 1994 si bien no tanto como tras el repunte de la conflictivad laboral tras la muerte del Dictador.

El modelo sindical

Es en este apartado donde comenzaron nuestros errores de apreciación. Tras presagiar, por enésima vez, el final del modelo sindical basado en las elecciones sindicales hemos asistido no sólo a su consolidación sino incluso a su perpetuación sine die. Pese a la constatación de que el modelo debilita la fuerza sindical los grandes ya no pueden mirar atrás pues su dependencia de la financiación estatal y las liberaciones empresariales es absoluta. Los pequeños, que engrasan el sistema en muchas empresas y sirven de bisagra en algunos sectores, no han sabido o querido ver esta debilidad y se han apuntado al carro, de manera que la carrera electoral no sólo arrastra recursos humanos y materiales sino que acentuada más aún la división de la clase obrera al aumentar el número de concursantes. Mientras, los trabajadores tornan cada vez más espectadores no siendo en muchos casos ni llamados a movilizarse, pues para eso están los delegados sindicales.
La sindicación en España no llega al 20% siendo los trabajadores representados por Comités de Empresa y delegados de personal los menos. La CNT tiene margen para crecer más allá de la gran empresa, es más se trata de la pequeña y mediana empresa donde se dan las condiciones para que el sindicalismo de acción directa que propugnamos arraigue con más fuerza. Muchas de estas empresas son un desierto sindical y en el caso de la hostelería y el comercio presa fácil para nuestras tácticas.
La burocratización de los sindicatos ha dado pie a que se cumplan nuestros peores augurios y si en 1990 veíamos la “apertura de una nueva puerta al uso de prácticas corruptas sin fin” consecuencia de la cogestión Gobierno-sindicatos de determinados servicios la realidad de dicha década con la estafa de las viviendas PSV (UGT) y en la siguiente con los cursos de formación (MAFOREM de CCOO entre otras) han demostrado que los sindicalistas no sólo se institucionalizan sino que incluso hacen sombra a sus hermanos políticos y empresarios en lo que a corrupción se refiere.
Otra fortaleza de nuestra organización, aparte de la apuntada en la pequeña y mediana empresa, es nuestra estructura de clase.
Como ya adelantábamos desde 1990 han surgido una miríada de nuevos sindicatos corporativos y una corporativización de los de clase de manera que son las ramas, más que la estructura territorial, la que absorbe la mayor parte de los esfuerzos de los sindicatos nacionales y autonómicos.
Es necesario expandir la conciencia de clase más allá del ámbito anarcosindical o laboral, y transmitir a los movimientos sociales nuestros principios organizativos de lucha de clases.
Llevamos 20 años diciendo que hemos definido “claramente nuestros principios, tácticas y finalidades y nos hemos dotado de una estructura organizativa perfectamente concretizada”, sin embargo esto no ha desembocado en un paso adelante para aumentar nuestra inserción entre la clase obrera. Ya en Bilbao dijimos que nos encontrábamos, “en el mejor de los casos”, en la misma situación que en el año 1983. Si bien nuestra situación actual no es mejor que entonces hemos conseguido parar la tendencia a la baja y estamos experimentando un repunte de nuestra actividad en grandes empresas, amén de sectores como hostelería y comercio donde ya hemos demostrado sobradamente nuestra eficacia. Tras Ferroser, sentamos a negociar a otras multinacionales como Clece o Mercadona.
Sin embargo no debemos autoengañarnos; hemos de reconocer que se trata de granos de arena en un desierto sindical, que si bien está dando sus frutos, sobre todo en la última empresa citada, aún dista mucho para poderse decir que tengamos una implantación sectorial mínimamente solvente. Nuestro fuerte sin embargo es la amplia distribución por el territorio que nos confiere de una capacidad de respuesta solidaria no igualada posiblemente por ninguna otra central española, las cuales, debido a su estructura centrípeta, están abandonando no ya sólo las zonas rurales sino incluso cualquier localidad más allá de las capitales de provincia.

El anarcosindicalismo en plena globalización

Económica

La progresiva internacionalización de la economía, la desregularización generalizada y la desestructuración del movimiento obrero es reponsabilidad directa de empresarios, políticos y sindicalistas profesionales, en ese orden, sin embargo la pasividad del anarcosindicalismo es cosa nuestra.
La liberalización acelerada que vivimos tras la caída del Muro de Berlín nos ha conducido a un atolladero del que no sabemos si habrá salida desde el sistema. A las crisis ecológica y política que ya apuntaban maneras a finales del s. XX se ha unido hace dos años la peor crisis económica desde el Crash de 1929. Los pronósticos más alarmistas hablan de no retomar el crecimiento bien entrada la década en los países más desarrollados (España a la cola) mientras las potencias emergentes saldrán reforzadas. La sangría de la clase media que esto supone aquí puede encontrar su contrapunto en un acceso al consumo de grandes masas de población en el sudeste asiático y Sudamérica. África no aparenta recuperación posible y su papel seguirá siendo, de manera indefinida, el de proveedor de materias primas y mano de obra barata.

Represiva

El fin de la política de bloques ha supuesto una reconceptualización geoestratégica abandonando las ponencias la idea de guerra entre estados hacia el conflicto desde abajo. El terrorismo tal como se ha definido en este proceso de cambio ha servido para dar un enemigo ante el que el aparato militar y represivo pueda seguir justificándose una vez finalizada la guerra fría. La nueva definición de terrorismo incluye a todos los que, organizados o individualmente, no sólo intenten el cambio del estado de las cosas sino incluso se lo planteen estando a las puertas de lo que Orwell llamó Ÿ “crimental”. La criminalización de las ideas ha comenzado a nivel internacional por los musulmanes y nacional por los nacionalistas vascos.
El poder sabe que no basta con la represión para acallar a sus detractores por lo que fomenta la consolidación de “alternativas blandas” bien criminalizando sólo a parte del movimiento (yihadistas en el primer caso, izquierda abertzale en el segundo) bien encumbrando a la alternativa. Este fenómeno no es nuevo, mucho menos para nosotros quienes lo sufrimos desde la primera oleada represiva durante la I Internacional, pero ha de mantenernos alerta pues tras el globo sonda del “triángulo anarquista mediterráneo” de principios de 2000 podríamos volver a ser blanco perfecto a sus políticas de justificación represiva.
A nivel militar se camina hacia ejércitos profesionales que satisfagan las necesidades de alta especialización del nuevo y sofisticado parque armamentístico, con unidades de intervención rápida que puedan apagar en apenas días episodios de conflictividad en cualquier parte del Planeta.
Recupera el ejército, por tanto, labores represivas hacia la población no en detrimento de las policías sino como complemento a éstas e incluso a la seguridad privada que ha proliferado consecuencia de la mayor polarización social desde la década de 1970.

Ideológica

La clase política que ha tomado el bastón de mando de la generación que heredó la victoria de la II Guerra Mundial se ha fraguado en las universidades que bulleron en la década de los 60 y 70. La nueva izquierda de entonces ha devenido en neo-conservadores del s. XXI. La evolución ideológica no sólo ha sido personal sino que ha llevado al campo de la derecha tradicional las armas de la izquierda. La protesta, la desobediencia civil, la contrapropaganda, etc… No sólo se han hecho habituales entre los conservadores sino que incluso han tomado la delantera en su utilización.
El abuso de términos fácilmente manipulables como libertad y su lucha contra el “estado totalizante” apoyados en un fuerte aparato de propaganda privado y estatal ha convertido al despreciado pensamiento único de finales del siglo pasado en una nimiedad comparado con la ideología neoconservadora del nuevo milenio. La izquierda asumió las reglas del juego que estableció la derecha y cuando empezaba a dominarlas se encuentra con que ésta rompe la baraja y ataca con sus mismas armas estando la primera totalmente desarmada. La apuesta política iniciada a finales del s. XIX de mano de Marx ha demostrado ser desastrosa, tanto en su vertiente leninista como socialdemocráta, así como su vertiente consejista que ha evolucionado a movimientos autónomos para la clase trabajadora sin ninguna referencia ideológica, ni siquiera organizativa, más allá de lo que sale en televisión. Las elecciones han supuesto la burocratización y espectacularización de la acción política. Fenómeno que se está reproduciendo a nivel sindical si no hacemos nada por remediarlo desde el anarconsindicalismo. Como dijimos en su momento tenemos grandes ideas y una organización muy clara; de este X Congreso, CeNTenario, depende que sean asumidas como propias por el resto de la clase trabajadora.

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