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LA FOTOMATONA | JENOFONTE

Estrenamos nueva sección en nuestra versión on-line con una de las colaboraciones más carismáticas del periódico. En esta ocasión su peculiar visión ácida y humorística se traslada al reciente conflicto en Iberia. 

Rafael Sánchez Lozano, consejero delegado de Iberia, invitó a su presidente Antonio Vázquez Romero a una mañana de confesión en su templo habitual. Lo citó en inglés chapurreado, pues el idioma de Chéspir no es su fuerte a pesar de formar parte de la cúpula de IAG, la matriz británica fagocitadora de su empresa, que fuera orgullo nacional. Cosas del pasado, pues el orgullo se mide ahora en la globosfera del capital circulante por los bolsillos de sus gestores, a veces bolsillos con grandes agujeros. Se acercaron al confesionario electrónico donde la iglesia emite la penitencia, previa introducción de tarjeta de crédito, para contrarrestar el efecto colateral de sus pecados. Miraron la lista de aberraciones y descartaron las que no les incumbían, como los delitos contra la integridad de las personas y los de suspiro sexual. No asistían a una comunión tan sacramental desde que ambos abrazaron al prejubilado Papa a bordo de un avión de la compañía que ahora, entre ambos y sus coligados, están empeñados en defenestrar. Se fijaron en un pecado, venial, en letra pequeña dentro de la lista, “malformación y atajos económicos”, que no sabían muy bien lo que podría significar, tal vez “ingeniería aeronáutica financiera”. Lozano se preguntó si quizá ese era su pecado y si podría ser la transcripción eclesial del “ladrones e hijos de puta” que tan cansados estaban de escuchar de los insultadores callejeros. 

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