ESPECIAL GARCÍA CALVO (I)
Profesor,
filósofo, filólogo, traductor, poeta, dramaturgo… El 1 de noviembre fallecía a
la edad de 86 años uno de los grandes pensadores e intelectuales de nuestra
época, Agustín García Calvo.
I. Nistal | Periódico cnt
Natural de
Zamora, buena parte de su vida transcurrió en la capital (autor del himno de la
Comunidad, conocidas eran sus tertulias en el Ateneo de Madrid), donde se
doctoró en Filología Clásica, ocupando una cátedra primero en Sevilla y
posteriormente en Madrid. Su apoyo a los estudiantes libertarios tras las
protestas estudiantiles de 1965 (anticipándose al famoso mayo del 68) le obligó
a tomar camino al exilio francés. En 1976 pudo regresar de nuevo siendo
restablecida su cátedra, permaneciendo con ella hasta 1992, año en el que se
jubiló.
Defensor de las ideas anarquistas, a través de sus escritos y conferencias pudimos comprender su
posicionamiento contra el Poder, el Estado, el Capital, el individuo, la
pareja, la familia, el futuro, el progreso, la democracia… en definitiva, contra
todo lo establecido, siendo capaz de hilar y razonar cada aspecto como ningún
otro, de ahí los diferentes premios nacionales a su obra y el reconocimiento institucional
y mediático tras su muerte, algo que por otra parte a buen seguro le indignaría
bastante. Hablando de indignados, el nacimiento del 15-M le hizo rejuvenecer,
siendo un asiduo a sus actos (su famoso discurso en Sol lo reproducimos en
nuestras páginas – ver CNT nº 381).
Su activismo anarquista se puede
encontrar a lo largo de toda su vida. En su Zamora natal participó en la
Escuela Superior de Sabiduría Popular tras la ocupación del Cuartel Viriato
(1990). Y poco antes de morir había mostrado sus intenciones de apoyar a la
asamblea contra el AVE a su paso por Valorio. Memorable fue su “Manifiesto de
la Comuna Antinacionalista Zamorana”.
También en el exilio francés ejerció su
condición de activista como traductor para la editorial Ruedo Ibérico,
organizador de tertulias políticas en el Barrio
Latino, co-autor del opúsculo “De los modos de integración del pronunciamiento estudiantil”,
apoyo y cobijo para miembros de Angry Brigade, del Grupo
Primero de Mayo, y demás activistas antifranquistas y anticapitalistas.
Relación con
la CNT
Destacado
conferenciante, asidua fue su presencia por toda la península en los
diferentes actos culturales del sindicato, especialmente en la década de 1980 y
1990 (Puerto Real, Salamanca, Zaragoza, Valladolid, Granada, Compostela, Barcelona,
Zamora…). También participó en la Semana Cultural del V
Congreso de la Casa de Campo de Madrid (1979).
Fruto de esa estrecha relación
con la CNT colaboró en sus publicaciones siempre que fue requerida su
presencia: CNT, Bicel… participó junto a su compañera sentimental Isabel
Escudero (también poeta y ácrata) en el libro “¿Quién dice no? En torno a la
anarquía”, así como en el libro “Cien imágenes para un centenario”, con motivo del
centenario de la Confederación Nacional del Trabajo, ambas publicaciones editadas por
la Fundación Anselmo Lorenzo (FAL). También editó su libro “Contra el
hombre”.
En el funeral no faltó una corona de flores del sindicato, así como la
presencia de José Luis García Rúa, ex-Secretario General de la CNT y amigo de
toda la vida de Agustín tras coincidir ambos en Salamanca durante la carrera de
Filología.
¿DE VERDAD MURIÓ NUESTRO AGUSTÍN?
José Ramón
Palacios, Fundación
Anselmo Lorenzo
En la mañana
del día 1 de Noviembre del 2012 murió, en su Zamora natal, Agustín García
Calvo… Realmente así lo propagaron los medios a toda página. El Régimen celebró
con pesar, decían, sus extraordinarios méritos personales: sus premios- como
personaje mereció ganarlos todos-, sus escritos, sus palabras, y hasta sus
furibundas diatribas contra el Régimen.
Políticos, sesudos intelectuales, y
arribistas de todo pelaje y condición, para gloria propia, alabaron el éxito
profesional del maestro; algo que él siempre desestimó porque el valor personal
es el precio que pagamos “para ir tirando”, realizados como individuos, cosas
del Régimen, y claro, lo que tiene precio carece de valor. Y todas las
alabanzas coincidieron en reafirmar el triunfo, desgraciado, de la muerte como
futuro inexorable que a todas las personas nos espera, y como tal, la trampa
ideal que impide el disfrute de la vida, suplantada por una tediosa existencia
prisionera del tiempo real que nos cautiva. Ignorantes de estas y de
cualesquiera otras sencillas enseñanzas del maestro, como que “si algo pasó,
pasa, o puede pasar de verdad, solo puede pasar ahora, fuera, pues, del tiempo
real”, al final supieron entre todos poner las cosas en su sitio, como está
mandado: mandaron a Agustín con su extraordinaria obra, al limbo de la historia
y el recuerdo. Y hecho el cómputo volvieron a cuadrar las cuentas: un muerto
más, un vivo menos. ¡Descanse en paz!
Sin embargo,
a veces en algún lugar, la gente se reconoce
en los demás, se desparrama por el discurrir de lo común de la razón, se
siente libre de la pesada carga de ser cada uno lo que tiene que ser, y
entonces gritan y hablan los corazones, la chanza de la vida reaparece, y ahí
siguen como siempre la mueca burlona del maestro y sus decires, los argumentos
y sano juicio de sus queridos presocráticos, y las ingeniosas ocurrencias de
cualquiera para denunciar la falsedad de la realidad que constituye este
asfixiante “Régimen Progresado”; para
descubrir que el orden democrático también es el orden impuesto por los
de arriba y descreer de la fe de los de abajo que lo sustenta; para combatir el
poder del dinero y el dinero del poder; y para recordar que un fantasma recorre
sin fin, por lo bajo, pueblos y corazones, y de cuando en cuando se aparece a
la humanidad como fresca vida nueva, hasta que se consuma y consume en el ideal revolucionario, realizada
como otra histórica revolución para el estudio. Y aquí llegado, inocente y cargada
de ilusión, surge una pregunta: ¿de verdad murió nuestro Agustín?
¡AY, AGUSTÍN, SI VOLVIERAS A REIR COMO TÚ SABÍAS!
Antonio
Orihuela, poeta
España siempre ha sido un país de
payasos del Poder, no de filósofos, no de hombres justos, sabios, apasionados
del conocimiento, de la razón común, de lo que de pueblo pueda quedar en cada
uno de nosotros. Solo sabiendo que España es un país de payasos se explica que
la muerte de Agustín García Calvo haya sido hurtada de todos los medios de
formación de masas a los que él tanto atacó como criticó, y que ahora,
póstumamente han vuelto a hacerle el mismo vacío que ya conoció. Poco importa,
Agustín seguirá siendo querido y leído como él quería, lejos de las grandes
tribunas del Poder, y los homenajes se le harán, como así fue mientras estuvo
entre nosotros, por los de abajo, sus lectores, la gente que compartía con él
el gusto de la charla y el debate. Todavía hoy se puede leer en la página de la
web de Lucina, la editorial que montó
para que pudiéramos leer sus textos, las dos intervenciones que tenía previstas
para el mes de diciembre, en Madrid, la posibilidad de recibir, en el mismo
corazón de la Bestia, el aire fresco de su pensamiento en la Tertulia que
celebraba todos los miércoles en el Ateneo para delicia de anarquistas, ex
alumnos, poetas, estudiantes, filósofos y delincuentes.
A Agustín, a pesar de ser uno de los
pensadores más lúcidos de este país nunca le sonrió el éxito, esa cosa que el
Poder ha fabricado para los dóciles, los que siguen la corriente, los que jamás
van a levantar la voz contra el Amo. A cambio, Agustín disfrutó del mejor de
los tesoros, el de la cálida amistad de los que lo leían, lo escuchaban, lo
consideraban su maestro. Así fue desde los lejanos días en los que la
maravillosa solidaridad de José María Valverde y el que había sido su maestro
en Salamanca Antonio Tovar renunciaron a sus cátedras voluntariamente como
protesta contra su expulsión de su cátedra en la Universidad Complutense por
apoyar las protestas estudiantiles de mediados de los sesenta. Gestos así hablan de la calidad humana que se
gastaban algunos de esa generación, la dificultad para encontrar dentro y fuera
de la universidad española de luego y de ahora personas de esta altura, con
esta disposición a la justicia y la camaradería, con esa capacidad intelectual
que derrochaban a raudales y de la que el mismo Agustín siempre fue un
exponente sin igual.
Envuelto en sus camisas de colores,
constantemente interrogándose hasta sobre su propio nombre, Agustín merodeó toda su vida alrededor de la
lengua, los problemas de gramática centraron su actividad intelectual
ramificada desde ese hablar, ya fuera la filosofía presocrática, el tiempo,
Dios o la realidad, y frente a ellas, el teatro y la poesía como lenitivos que
sus amigos, no sólo Chicho Sánchez Ferlosio y Amancio Prada, se encargaron de
difundir para todos los que quisieron escuchar su palabra que, frente a la
Cultura que el denigraba porque era instrumento del Poder y cadáver del
capitalismo, era anónima, gratis, libre, directa y sin forma fija.
También cultivó el género
periodístico, desde sus columnas se convirtió en el azote de la mediocridad
burguesa atacando al Estado, la religión, la ciencia, la familia, la pareja, el
individualismo, el automóvil, la paz, la democracia, el nacionalismo, la
titulitis, la sociedad del bienestar o el futuro, desde una posición libertaria
y negacionista que constituye el cemento de toda su producción intelectual.
Agustín trataba de dar voz a un sentir
anónimo desde el que se oponía a los manejos del Poder. Desde él denunciaba la
realidad acotada según las prescripciones del Poder y a él sometidas, apostando
en sus discursos por liberar lo impredecible, lo sometido, lo imprevisible que pueda ocurrir, identificando ésta
posibilidad como la única oportunidad de vincularnos como gente que en su
indefinición e inmanejabilidad lucha contra el Poder y la Realidad. Que es
pueblo en la medida que sufre el Poder, un poder que lo puede todo en la medida
que tiene muchas caras, no todas coactivas ni coercitivas, porque el Poder
también está ocupado por las esperanzas, las ilusiones con las que hemos sido
colonizados, el Poder también es el de la publicidad, los padres, la educación,
los exámenes, el dinero, los bancos, los políticos que nos aseguran que ellos,
en la medida que tienen el Poder, lo pueden todo menos lo que no se sabe, lo
que aún no está hecho, lo que puede pasar, todas esas probabilidades que no son
aún Realidad ni Régimen y por lo tanto que quedan fuera del Poder y contra las
que el Poder no puede y que mientras se mantenga en esa naturaleza el Poder
nunca podrá con ellas.
En esta lucha, Agustín consideraba que
el lenguaje tiene un papel fundamental en la opresión de la gente aunque,
paradójicamente, también en el lenguaje, partiendo de él, se encontraba el
lugar desde el que podría liberarse la potencia de la gente contra la opresión
del Estado y el Capital en la medida que el lenguaje es tanto un territorio
ocupado como una tierra de nadie de donde aún puede brotar lo imprevisible, lo inesperado
que quiebre el orden estatista, la expresión popular por excelencia. Una
potencia que lejos de reconocerlos como interlocutores debía negarlos como
única alternativa para no caer en sus garras.
Unas garras de las que ni el mismo
Agustín estuvo nunca a salvo, debatiéndose toda su vida entre la dialéctica de
la libertad y la sumisión, entre lo que se puede conseguir y el precio que hay
que pagar por ello. Desde esa lucha se enfrentó al Estado, que lo envió
directamente al exilio, a la Hacienda Pública, que lo encausó, a las
instituciones culturales que le dieron unas veces de lado y otras lo cortejaron
con premios que él aceptó a regañadientes y entre titubeos.
Y contra esas garras aún le quedaban
fuerza, rigor y gracia, a sus ochenta y cinco años, para sumarse a las
protestas en la Puerta del Sol, con la gente viva del 15-M, a donde estuvo
acudiendo durante meses todos los jueves para, megáfono en mano, hablar con
quienes quisieran sentarse a su lado sobre los grandes enemigos que la gente
tiene, para desengañarnos a todos del futuro, esa arma con la que el Poder nos
somete y seduce, para llevarnos a su redil aún más sumisos, domesticados y
previsibles, para matarnos así en vida. Frente a ella, también Agustín alzaba
su portentosa voz para decirnos que solo reconociendo que no tenemos futuro,
que no queremos ningún futuro, podemos liberarnos del Poder y de sus
instrumentos para empezar a vivir la vida impredecible del aquí y el ahora
juntos.
Con esa alegría, la de las asambleas
de la primavera de 2011, que Agustín estaba esperando volver a recuperar desde
aquel lejano 1965, se despidió de nosotros hace unos días. Salud, anarquía y
hasta siempre querido maestro.
COPLAS A AGUSTÍN GARCÍA CALVO
Pablo Nacarino
Para Isabel Escudero.
I
Que Agustín García Calvo ha muerto
eso todos ya lo saben.
Que su viva voz sigue ahí,
libre en el aire,
sólo lo saben algunos:
“porque la voz no es de nadie”.
II
Cantando qué buenas son…
Vayamos de excursión
a hacer de vientre al campo
para defecar la mierda
con que nos indigestamos:
¡Realidad, Dinero, Estado…!
y que sirva de mantillo
para dar verde a los prados.
III
Y Agustín se fue a París
que aquí matan en un tris.
Cuando en el 65,
en Madrid y en Berkeley,
dijeron que no a la Ley
(y no fueron cinco o seis)
los polis dieron un brinco.
Junto a Franco y Chindasvinto
salieron tras Agustín:
-¡Corre, corre que te trinco
y traigo el garrote vil!
IV
“Contra el Hombre” dice Agustín,
¡Contra Agustín! Dice el Hombre
y le reprende: ¡Agustín!
mas él ya no tiene nombre.
V
¿Ser o no Ser?
¿que si son Uno
o son Tres?
¿o Ninguno
o al revés?
Aunque sean lo que sean
procura que no te vean,
que en las cosas del querer
que Ellos quieren imponer
si te descuidas te arrean.
VI
Tanto vales tanto debes,
“trece rue del percebe”,
a trabajar llueva o nieve
para que paguen el jueves
y el diablo se lo lleve.
VII
Con la prosa, con las rosas
y las musas más hermosas
Agustín ya no reposa
por debajo de la losa:
-¡Váyanse a hacer sus cosas
que a mí ya no hay quien me tosa!
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* Ilustración: [t]