La jaula del trabajo

DOSIER: La libertad nuestro único fin | Ilustración de El Bellotero | Extraído del cnt nº 439

Vivimos encerradas en vidas circulares. Despertamos cada mañana, o noche según tu turno, para pasarnos gran parte del día siendo explotadas y así poder garantizar nuestra subsistencia. Al regresar caemos rendidas en nuestros sofás, en nuestras camas, o incluso en el asiento del metro. Al día siguiente, repetimos. Soñamos con escapar de este ciclo, deseamos una vida sin jornadas laborales, sin este agotamiento continuado, sin tener que estar obligadas a doblar camisetas, servir copas, meter datos, hacer informes, entregar paquetes, cargar sacos, dar clases, atender pacientes y un sinfín de tareas para poder sobrevivir. «Si no tuviera que trabajar…». parece una quimera pero es una decisión política, para ser libres tenemos que dejar de trabajar.

Si se hace una búsqueda rápida de la palabra Libertad en la página web de la RAE, institución que, por Real, por Académica y por Española, no nos resulta especialmente simpática pero que nos sirve para ilustrar rápidamente una idea que iremos desarrollando a lo largo del artículo, encuentra entre sus acepciones las siguientes definiciones: Estado o condición de quien no es esclavo, estado de quien no está preso o entre otras, condición de las personas no obligadas por su estado al cumplimiento de ciertos deberes. Bien, gracias RAE por tus servicios.

Parece que esa famosa frase que se podía leer en los campos de concentración alemanes, «El trabajo os hará libres», y que a día de hoy repetimos, defendemos e incluso exigimos, pinta más bien falaz

Ahora vamos al tema que nos ocupa, el trabajo. Esa tarea sujeta por contrato, o no, que nos vemos obligadas a realizar para poder recibir dinero, que es lo que se necesita para obtener cualquier bien, por ejemplo, comida, alojamiento, medicinas, vestimenta, alimento. Bienes esenciales sin los cuales no puedes sobrevivir. Fácil el silogismo, sin trabajo no hay dinero, sin dinero no hay bienes esenciales, sin estos bienes es muy posible que haya muerte. Así que parece que esa famosa frase que se podía leer en los campos de concentración alemanes, «El trabajo os hará libres», y que a día de hoy repetimos, defendemos e incluso exigimos bajo reformulaciones edulcoradas tales como «el trabajar dignifica», «trabajar es mi pasión», «trabaja de lo que te gusta y no trabajarás nunca» o «no hay nada mejor que el trabajo bien hecho», pinta más bien falaz. Trabajar es un chantaje y de los burdos, a la altura del cliché del matón y el bocadillo.

Ahora saltará la persona que siempre siente la necesidad de hacer notar que a ella le gusta trabajar. Mira, te guste o no, si el dejarlo conlleva poner en riesgo tu supervivencia, entonces la decisión no es libre, y si te puedes permitir dejarlo cuando quieras, entonces comprende que eres una de esas personas privilegiadas que no necesitan un salario para comer.

Pero el trabajo no solo sirve para recibir el consecuente salario, el trabajo es un conjunto de dispositivos que utiliza el sistema para obligarte a formar parte de este y depender del mismo.

Por ejemplo, el trabajo sirve para justificar tu adiestramiento en una escuela, donde se entrena la obediencia: aprende a cumplir horarios, a estar sentada durante horas, mantén el nivel de concentración sobre la tarea, no te distraigas, haz deberes, haz caso, aprende estas materias que un ministerio considera necesarias para que adquieras las competencias que en el futuro el estado y el mercado te requerirán y asume ser evaluada por terceros. Una maravillosa formación para que en el futuro puedas ganarte la vida y ser una persona de provecho.

El trabajo también sirve para definirte y que te definan, te asigna un estatus en la jerarquía social, por ejemplo: eres publicista, cobras mil euros pero oye, eres cool; eres ingeniera, cobras más, porque tu profesión está alineada con lo que el sistema valora; eres cajera cobrarás una mierda, además te pondrás en primera línea en caso de pandemia; Toda una estructura meritocrática, que te determina, que te hace creer que mereces lo que recibes, que la escala social depende de ti misma y que es necesario justificarla y perpetuarla.

El trabajo incluso es utilizado para catalogarte como persona legal o ilegal en función de tu procedencia, porque si eres extranjera y no tienes trabajo, entonces se dificulta mucho la obtención de los papeles, y sin papeles, ni siquiera serás merecedora del derecho a optar a esos bienes esenciales que mencionábamos al inicio.

Del trabajo se sale por vieja, por dañada o por muerta. Así que si queremos ser libres nos queda, o planear una fuga o derribar los muros, es decir, abolir el trabajo.

Tal como explica Pastora Filigrana, el sistema capitalista pone precio a los cuerpos siguiendo criterios raciales, de género y de colonialidad. Por lo tanto, un cuerpo es más barato cuanto más se aleja de ser un hombre cis hetero blanco occidental.

Así que como vemos, del trabajo es muy difícil escapar y si nos salimos no solo ponemos en riesgo las necesidades primarias que nos explicaban en las escuelas con la pirámide de Maslow, si no que ponemos en riesgo todos los niveles, porque toda la pirámide está cementada por el trabajo, estamos encerradas dentro, es nuestra tumba y lleva ese letrero ya enunciado de «El Trabajo os Hará Libres».

Libertad y trabajo es un oxímoron. Es evidente que somos presas del trabajo. ¿Cómo podemos escapar de él?

Se puede salir tras cumplir la pena, pero el precio es elevado, en primer lugar tienes que ser de las afortunadas cuyo trabajo es considerado válido para tenerse en cuenta, si es así tendrás que dar al menos 37 años de tu vida para poder optar a la pensión menos precaria, a disfrutar en la fase de mayor deterioro de tu cuerpo. Si no, es decir, si tus contratos fueron precarios, si no te hicieron contrato, o si tu trabajo no es considerado ni siquiera tal, entonces olvídate si quiera de tener una vejez mínimamente digna. Es decir, que el trabajo define hasta tu futuro postrabajo.

Otra salida posible sería la enfermedad, la lesión, eso sí, lo suficientemente lesiva para que ni la mutua ni el sistema médico estatal consigan justificar tu reingreso en el mundo laboral, aunque lo intentarán, procurarán medicarte, menos valorar tu afección y reducir tu reposo a lo mínimo posible, y si no lo consiguen, siempre estarán todas esas empresas, oenegés y planes estatales que se jactan de la integración laboral, porque ni lisiada quieren que escapes.

Otra opción es morir, el trabajo mata mucho, en ocasiones directamente, ya sea de un golpe de calor, de una caída, de COVID, aplastadas, o de un accidente de coche, entre otras múltiples causas. En otras ocasiones nos mata lentamente, generándonos problemas de ansiedad, de estrés, deteriorando nuestro cuerpo, lesionándonos y provocándonos enfermedades y problemas graves de salud.

La persona que saltó antes diciendo que le gusta su trabajo ahora dirá que hay otra manera de escapar, esforzarte mucho y ganar mucho dinero. La invitamos a que lo intente y cuando lo consiga que nos escriba y nos comprometemos a mencionarla en un futuro artículo. Te esperamos con cariño.

Recapitulemos. Del trabajo se sale por vieja, por dañada o por muerta. Así que si queremos ser libres nos queda, o planear una fuga o derribar los muros, es decir, abolir el trabajo.

Siempre que planteamos esta máxima, y lo hacemos mucho dado el nombre de nuestro grupo, alguien nos interpela, ¿y cuál es la alternativa? ¿Cómo es un mundo sin trabajo? Obviamente si esperabais un manual de cómo hacerlo, sentimos decepcionaros de esta manera, no lo tenemos, pero sí tenemos algunas certezas.

Llamamos a romper los dogmas productivistas, dejar de ser esas buenas alumnas amaestradas desde la escuela, no definirnos por el trabajo, no sentir ninguna vergüenza, pero tampoco ningún orgullo por ser trabajadoras, el trabajo es nuestra prisión y solo seremos libres cuando los muros hayan caído.

Sabemos que estamos hartas de la opresión del trabajo y aunque es loable querer mejorar las condiciones laborales, creemos que la libertad nunca vendrá de la mano de la dignificación del trabajo ni del pleno empleo, el fin de la eliminación del trabajo es un horizonte que consideramos plausible y prioritario. Y como presas que somos, sabemos que solo a través del apoyo mutuo podemos planear las fugas.

Animamos a organizarnos, a boicotear, a reducir al mínimo el beneficio que sacan de nuestros cuerpos, a sabotear para reducir toda productividad, a hacer uso de lo que podamos para descansar lo más posible, ya sea llegar tarde, salir antes, o incluso enfermar.

Llamamos a romper los dogmas productivistas, dejar de ser esas buenas alumnas amaestradas desde la escuela, no exigir rendimientos, no definirnos por el trabajo, no sentir ninguna vergüenza, pero tampoco ningún orgullo por ser trabajadoras, el trabajo es nuestra prisión y solo seremos libres cuando los muros hayan caído.

¡Abajo el Trabajo!

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