La cuerda

Hay cuerdas

colgando

del cielo.

Preparadas, listas,

para encajar

cabezas

con un nudo.

Hay cuerdas

que se convierten

en soga

y

cuerdas invisibles

que anudan

las manos.

La cuerda

luce

recta

hacia

abajo

desde

el cielo,

esperando

el momento

exacto

en que los ojos,

en búsqueda

desesperada,

alcen

su última

oración

hacia el techo

y justo

entonces

no hallen

más respuesta

que el hueco

que les ofrece

limpio,

intacto,

la cuerda

suspendida

en el aire.

La nada

que permanece

invariable,

aquella

que cubre

cabezas

con su manto

blanco.

Firmemente

anudado

tu cuello

entonces

a la eternidad.

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