La evolución de los salarios en el mundo

Salarios y beneficios, su evolución durante 2012-2013. Aumenta la brecha entre capital y trabajo bajo la justificación de la crisis económica.

S. Sánchez | Periódico CNT

Ilustración: Kiko Makarro

A principios de
diciembre se publicó el estudio de la OIT titulado Informe mundial sobre
salarios 2012/2013 
que hace un repaso bastante amplio sobre las
tendencias de los últimos tiempos en materia salarial en el mundo. De este
estudio podemos sacar una serie de conclusiones bien claras que han de hacernos
meditar y analizar. La clase trabajadora ha perdido protagonismo en las ultimas
décadas -no solo a nivel de remuneración salarial- y por ello hemos de ser
capaces de organizar y enarbolar un discurso que combata con alternativas la
situación actual, dónde se ha tendido a perder capacidad de organizar y
determinar el mundo laboral.

El informe hace hincapié -y bien lo sabemos
nosotros como sindicalistas- que la `crisis´
está sirviendo para acelerar aún más ese decaimiento de nuestras condiciones
con rebajas de sueldo, peores condiciones, despidos cada vez más baratos y
menores prestaciones sociales (paro y jubilación) o menos accesibles para la
mayoría (en sanidad, copago o euro por receta). Como muestra, señalar que
dentro de las economías llamadas desarrolladas en el período 2006-2011 los salarios reales han caído, debido a la
unión de dos factores, su estancamiento y el aumento de precios. Si tomamos
como referencia un período más amplio, del 2000-2011 vemos como la tendencia
varía mucho entre continentes y países, ya que por ejemplo en el conjunto de
Asia se dobló el salario promedio mensual,
pero en China en particular se triplicó, lo que viene a significar un hecho de
vital importancia a nivel mundial, esto es, el principio del fin de la mano de
obra barata.

Queda clara pues una primera conclusión, que
a raíz de la llamada crisis, la participación del trabajo en la riqueza
generada está decayendo a pasos agigantados en los últimos años, y abriendo aún
más la brecha entre capital y trabajo a costa de peores condiciones laborales,
a todos los niveles, en todos los países. Bien sabemos que esa guerra ha sido
continuada, y que las épocas de bonanza y crecimiento lo único que han
conseguido es mitigar, maquillar y esconder las ansias capitalistas, que no han
decaído, mientras que la combatividad, la unidad y la respuesta de la clase
trabajadora ha sido tibia a nivel general. Esta tendencia
va a ir en aumento tal y como muestra el estudio, por lo que hemos de ser
capaces de hacer entender a los demás que quienes crean y producen riqueza
somos la inmensa mayoría de trabajadores y trabajadoras, por tanto, no sólo es
lógico y razonable, sino justo que ese beneficio se distribuya de forma mucho
más igualitaria y equitativa.

El primer factor de desigualdad es esa
repartición entre capital y trabajo, en beneficio del primero, pues en el
periodo de 1990 a 2009 en 26 de 30 países analizados de la OCDE, la presencia
del factor trabajo decayó, pasando del 66 al 61%, incluso en China, que como
decíamos triplicó de media sus salarios. Queda claro pues, que no es una
novedad de los últimos años, sino un proceso continuado, como es fácil
comprobar si atendemos a otros datos, tales como que los aumentos de
productividad no han ido acompañados de aumentos proporcionales en los
salarios. En Estados Unidos, desde 1980 la productividad por hora no agrícola
aumentó un 90%, pero la remuneración lo hizo sólo un 26´7%, mientras que en Alemania, en el período 1990-2010 los
salarios reales continuaron igual a pesar de que la productividad subiera un
22%. Según la OIT, desde 1999 en 36 países la productividad laboral promedio,
aumentó en más de dos veces los salarios promedio en las economías más desarrolladas.

Otro factor que como trabajadores ha de
hacernos reflexionar y que se ha venido gestando en los últimos tiempos, es la
desigual distribución de estos salarios dentro de la clase trabajadora, pues si
bien aquellos trabajadores más cualificados aumentaron sus remuneraciones un 7%
de media, los menos cualificados bajaron un 12%, todo ello en base a un estudio
realizado para 10 economías desarrolladas entre principios de los ´80 y 2005.
Esta caída de la participación del trabajo sería aún mayor si quitásemos al 1%
de las personas que más ingresan, lo que magnifica y da una idea aún más clara
de esa desigualdad.

Esta debacle en los salarios, esta
amplificación de la desigualdad en la distribución de la renta generada (tanto
entre trabajadores y capitalistas como entre trabajadores más y menos
cualificados) y esta pérdida de derechos laborales ha venido motivada por
diversos factores a los que añadimos sus posibles soluciones.

Perspectivas, crítica y alternativas

El primero de ellos lo encontraríamos en los
cambios y avances tecnológicos producidos en las últimas décadas, que han
derivado en una cada vez menor necesidad de mano de obra poco cualificada,
sustituida por maquinaria y tecnología más desarrollada.

Como hemos visto, el estudio demuestra que la
productividad ha aumentado exageradamente en las últimas décadas, por tanto,
hemos de aprovechar esa situación para trabajar menos horas, pero trabajar más
gente. Las ganancias en productividad han de repercutir en un mayor bienestar y
en beneficios para quienes producen, es decir, recompensar a quienes viven de
su trabajo. La jornada semanal de 30 horas sin reducción salarial por ejemplo,
debería ser una exigencia y una forma clara y concisa, directa y fácilmente
asimilable para incidir entre la clase trabajadora sobre las posibles
soluciones. Repartir el trabajo y repartir la riqueza es un lema que ha de
acompañar nuestros mensajes, pues las necesidades de mano de obra van a ir
menguando todavía más a medida que la tecnología avance, pues ha sido una
constante a lo largo de la historia, el denominado paro tecnológico tan bien explicitado en el libro El fin del
trabajo
de Jeremy Rifkin. O nos dirigimos a una sociedad donde una minoría muy
cualificada esté bien remunerada y una inmensa mayoría viva de trabajos
precarios, de la caridad o prestaciones sociales, o nos encaminamos a una
sociedad más justa donde se aprovechen las aptitudes de cada uno y seamos todos
necesarios.

Seguidamente, el fenómeno de la
globalización, la interdependencia de un mercado que es mundial, global, hace
que exista una mayor competencia entre países, que actúa como moderadora de los
salarios, pues se compite a ver quién produce más barato.

La globalización no es el problema en este
caso, simplemente, hay que procurar extender las mejores condiciones laborales
a todos los rincones del planeta, de esa manera, la competencia sí será real.
Mientras haya lugares donde los mínimos derechos laborales ni se respeten y la
solución de los gobernantes sea precarizar para competir, este problema
subsistirá.

En tercer lugar, el papel de la clase
trabajadora ha decaído y el poder de negociación de los sindicatos mayoritarios
está en declive, por tanto, su capacidad para negociar mejoras, en retroceso.

No hace falta comentar mucho acerca de este
punto, mal que nos pese, la fuerza global de la clase trabajadora, la falta de
conciencia e implicación ha facilitado esta situación, por tanto, para
revertirla hay que volver a hacer partícipes a los verdaderos protagonistas de
su condición, esto es, de perdedores en un mundo donde otros han ganado mucho
más de la cuenta. Por tanto, y en contra de lo que muchos piensan, hace falta
más sindicalismo, tal y como lo entendemos nosotros.

De nosotros depende revertir la situación,
teniendo claro que quienes se opongan a nuestras propuestas lo harán
exclusivamente en tanto que perjudicados, pero hay que hacer entender al
conjunto de la sociedad que llevamos muchos años de pérdidas, derrotas y
agresiones, por lo que es hora de rebelarse y exigir lo que es justo.

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