Los esclavos felices

COLUMNISTAS | MONCHO ALPUENTE

Resquebrajado y tambaleante se derrumba el tinglado de la antigua
farsa y corre de nuestra cuenta hacer que nunca vuelva a levantarse sobre sus
escombros. Sus escombros también son rentables.

El capitalismo es como el
cerdo, de él todo se aprovecha, sus desechos alimentan a los fondos buitres y a
los fondos de reptiles. Gran liquidación total por cese de existencias,
quemamos los precios. Las mejores familias de la élite financiera, como las
Koplowitz se hacen más ricas gestionando las basuras de los pobres, a ser
posible recicladas para ahorrar puestos de trabajo. El dinero no huele.
Inviertan ustedes sobre nuestras ruinas, algunas tienen vistas al mar. El
Ayuntamiento de Madrid sortea entre los fondos carroñeros sus pisos de
protección social y los desahucios crecen, los secuestrados pagamos el rescate
a los bancos depredadores y  los
tribunales no dan abasto para juzgar a algunos cabecillas convertidos en
cabezas de turco, para los intocables siempre hay excepciones como la doctrina
Botín.

Antes de irse por la puerta giratoria, para refugiarse en los consejos
de administración de las empresas que ellos mismos privatizaron y expoliaron,
nuestros políticos están malbaratándonos, arramblando con lo poco que queda del
sector público, la educación, por ejemplo, sigue en manos de la Santa Iglesia de Roma que nos
cobra sus diezmos y primicias a través de las sumisas instituciones de lo que
se supone que es un estado laico.

Siempre me asombró, y lo sigue haciendo, ver como ciudadanos libres de
toda sospecha y presuntamente racionales, soportaban, algunos incluso
reivindicaban un statu quo que les había llevado a la indefensión y a la
indigencia y como los recortes de derechos y libertades, de sueldos y de
subsidios eran vistos por esa mayoría silenciosa como gajes inevitables, como
peajes imprescindibles para seguir disfrutando de…¿?

A la cola de la Unión Europea
de los mercaderes y sus lobbies, nuestros gobernantes convirtieron el
pseudoestado de bienestar en un estado indeseable de malestar constante.
Robaron, usurparon y devastaron, siempre a favor de una minoría que ha
aumentado en cantidad y recursos con la crisis, aprovechándose de nuestras
miserias y de nuestros miedos. Por eso cuando Rajoy plantea la disyuntiva: “o
nosotros, o el Caos” se escucha un clamor popular que se decanta por el Caos.
Terminó por fin el tiempo de los esclavos felices.

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