Las Cajas de Ámsterdam: Kati Horna y Margaret Michaelis

MEMORIA | Fotografía de M. Michaelis: Autorretrato retocando una fotografía. Berlín 1932 | Extraído del cnt nº 437

Estas compañeras nos dejan un importante documento histórico y de un gran valor artístico. Ambas nos muestran los logros de una revolución que fue desmantelada, la ilusión y derrota de la gente común en su lucha por cambiar el mundo

Hace unos meses, leí un pequeño libro, muy interesante, sobre la Sanabria anarquista de los años 30, escrito por Carlos Coca Durán. Me llamó la atención la narración de un suceso en el mes de abril de 1936 en Requejo de Sanabria. El cura párroco, junto con el antiguo alcalde y cuatro vecinos más, pusieron una bomba en la Casa del Pueblo que era utilizada tanto por afiliados de la UGT como de CNT. Ante este hecho los cenetistas declararon una huelga de protesta ante tal salvajada y decidieron tomar el templo-ermita de la virgen de Guadalupe en Requejo para establecer allí la sede del sindicato. Este hecho que fue publicado por la prensa, oficial y libertaria de la época, nos muestra el nivel de conciencia revolucionaria de las gentes de un pequeño pueblo zamorano y la imaginativa iniciativa para responder al ataque terrorista de los reaccionarios del pueblo.

Pues bien, esta mentalidad, esta imaginación, este romper moldes y demostrar de lo que es capaz un pueblo cuando tiene conciencia de clase es lo que se nos muestra en las fotografías de la exposición Las Cajas de Ámsterdam: Margaret Michaelis y Kati Horna, dos grandes fotógrafas libertarias, una polaca y la otra húngara, nacidas en 1902 una y en 1912 la otra, ambas de familias judías acomodadas. Las dos pasaron por Berlín y Paris a finales de los duros años 29 y primeros 30, se impregnaron de las ideas vanguardistas del momento al tener contacto con miembros de la Bauhaus (esa fábrica de ideas en arquitectura, diseño, artesanía y arte fundada en 1919 y cerrada después por los nazis) y con los surrealistas más tarde. Y, como no podía ser de otra forma, en aquellos años de gran ebullición revolucionaria, aunque por diferentes motivos y en diferentes fechas, terminaron por instalarse en la Barcelona anarquista. La primera lo hará en diciembre de 1933 huyendo de la persecución nazi, la segunda en enero de 1937 cuando la revolución libertaria empezaba a desmoronarse como consecuencia de la represión estalinista del PCE.

Margaret, durante casi tres años, trabaja en Barcelona como fotógrafa profesional para el GATEPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea) en colaboración con arquitectos como Josep Lluis Sert y Josep Torres Clavé. Cuando se produce los hechos del 19 de julio de 1936, se pone al servicio de CNT y la FAI con la intención de mostrar al mundo, con sus fotografías, los efectos producidos en los sitios donde triunfó la Revolución y la normalidad con que ésta se vivía. Capta la cotidianidad de una ciudad sin guerra, los niños jugando en las calles, las gentes tomando el aperitivo, los obreros trabajando en sus tajos…Pero se vislumbra algo más: la ciudad funciona sin autoridades, no hay banqueros ni empresarios porque la revolución los ha hecho prescindibles; el pueblo se basta así mismo. Utiliza la técnica del picado y contrapicado: las personas no están posando, están enfrascadas en sus tareas o actividades. Entre las fotos de la exposición hay una realizada a «la persona más peligrosa de EE.UU.», Emma Goldman, a quien acompaña en su primer viaje por las Colectividades de Aragón. La retrata con un rostro exultante y heroico, contenta al ver los efectos de la Revolución libertaria. También fotografió el funeral de Durruti, siempre usando la técnica de esos picados desde lo alto de un edificio mostrando la calle abarrotada de gente; hará todo un fotomontaje para la revista Umbral.

En 1937 deja el país y, tras un corto periodo de tiempo en Polonia, huye de otra guerra que parece prepararse, emigrando en septiembre de 1939 a Australia donde abrirá un nuevo estudio fotográfico hasta que en 1952 pone fin a su carrera por problemas de visión. Morirá en Melbourne en 1985.

Kati Horna, «una obrera de la fotografía» como se definía ella misma, feminista y libertaria, al igual que Margaret Michaelis, llega con la idea de dar testimonio de la transformación que está llevando a cabo la CNT y la clase trabajadora: colectividades, ocupación de empresas, iglesias y edificios que hablan de un cambio profundo y no una simple reforma del Estado. Sus fotografías no se centran en las hazañas bélicas, si no en los sentimientos y en la intimidad de los personajes retratados. En sus fotografías, estos personajes, si están posando, se sienten protagonistas. Retratará, también, a Emma Goldman en su segunda visita a España, aunque ya no es la Emma que nos muestra Margaret. Aparece envejecida y pensativa, sentada en un sillón, como si vaticinara el final de la Revolución. Con su cámara captó los sucesos de mayo de 1937, una nueva revolución del pueblo que en esta ocasión fue duramente reprimida por el gobierno de la República y de la Generalitat que temían más a la fuerza de los trabajadores que a los propios golpistas.

En 1939, junto con su compañero José Horna, se exilia a Paris y de allí a Méjico donde contacta con artistas e intelectuales, españoles y alemanes, que vivían en el exilio. Murió en el año 2000 en Ciudad de México.

Estas compañeras, precedentes de las reporteras y reporteros que cubrirán las sucesivas guerras del siglo XX, nos dejan un importante documento histórico y de un gran valor artístico. Ambas nos muestran los logros de una revolución que fue desmantelada, la ilusión y derrota de la gente común en su lucha por cambiar el mundo contra la amenaza que suponía el fascismo europeo.

Estos fondos, que algunos pensaban se habían perdido al caer en manos franquistas o desaparecidos entre las ruinas de los bombardeos de Barcelona, fueron salvados gracias al compromiso, la sabiduría y responsabilidad de aquellos compañeros anarquistas, de la CNT y la FAI que, a pesar de la derrota, entendieron la importancia de conservar una memoria que era el fundamento de su existencia. A ellos debemos agradecer la labor de rescate, embalaje y transporte de 48 cajas por una Europa dominada por el fascismo de Mussolini y el nazismo de Hitler.

Tras la Segunda Guerra Mundial toda la documentación de los archivos de la CNT-FAI, se depositó en el Instituto Internacional de Historia Social (IISG) de Ámsterdam. Durante más de sesenta años han estado muchas de esas cajas sin abrir hasta que, en 2016, la historiadora Almudena Rubio, investigadora del IISG, comenzó a organizar sus fondos y a crear y publicar su inventario.

Esta es mi mirada a la exposición que ha pasado por Valladolid, y espero que así la hayan entendido las 6.433 personas que, según la Fundación Municipal de Cultura, la han visitado.

La exposición está incluida dentro del programa del Festival Internacional de Fotografía y Artes Visuales PHotoESPAÑA; patrocinado por diversas entidades internacionales, Ministerio de Cultura, diversos ayuntamientos, museos, empresas como el Corte Inglés, Telefónica, Macdonals, DKV, Loewe, …

FHotoESPAÑA contactó con la Fundación Anselmo Lorenzo a comienzos de 2020, y se valoró positivamente la posibilidad de hacer propaganda de nuestras ideas. Se hizo una presentación del proyecto en la seda de la Fundación en Madrid. Firmaron un acuerdo para este fin.

Me pregunto, ¿Es conveniente hacer cosas con esta gente? ¿Realmente difundimos así nuestra ideología? Mi opinión personal es contraria porque se nos escapa de las manos, no tenemos control sobre ello.. No debemos dejar nuestro legado en manos de quien desconoce nuestra ideología, ni de quien conociéndola la usa para tergiversarla en su propio beneficio. Hay que valorar, entre todas nosotras, si merece la pena colaborar en estos proyectos. Sabemos, además, que el Estado está muy interesado en hacerse con los fondos de Ámsterdam y seguro usarán todas las artimañas posibles para conseguirlo.

Me viene de nuevo a la cabeza el recuerdo de aquellos compañeros de Requejo de Sanabria expropiando un edifico al Poder en un acto revolucionario. Hoy ese mismo Poder, ¿nos quiere expropiar nuestra Memoria?

Debemos recuperar las 48 cajas de Ámsterdam y traerlas a nuestro archivo de Yuncler o a otro que consideremos apropiado. Nuestras ideas solo debemos difundirlas nosotras con nuestro trabajo diario, nuestras capacidades y nuestra imaginación. Pongámonos a trabajar en ello, no dependamos de nadie más que de nosotras mismas.

RSS
Follow by Email
WhatsApp