Dos preguntas en la radio

COLUMNISTAS | CARLOS TAIBO

«La
deriva de Podemos es la de un partido atrapalotodo
que no duda en defender unas fuerzas armadas garantes de la soberanía,
asume un discurso nacional-patriótico y rehúye las definiciones ideológicas, a
la manera, por cierto, de lo que hizo el PSOE en 1982″.

Hace unas
semanas, y en una radio alternativa, me preguntaron si no era cierto que el
municipalismo tiene una honda raíz libertaria. Respondí con una perogrullada:
el municipalismo libertario tiene una honda raíz libertaria, pero aplicar este
adjetivo a cualquier apuesta municipalista es un error. Lo que siempre se ha
defendido en el mundo libertario es el municipio libre, autogestionado y descentralizado.
Semejante apuesta, la nuestra, a duras penas puede confundirse con la de
proyectos que acatan la lógica de las instituciones y de sus elecciones, como
es el caso de la mayoría de los muchos que han proliferado los últimos meses. No
está de más agregar que estos proyectos municipalistas de los que hablo parecen
llamados a asumir la presencia de fuerzas políticas que no tienen ninguna
condición libertaria. Para que nada falte, en fin, en este caso ni siquiera
puede invocarse la discusión que planteó la CUP catalana en sus inicios, cuando
decidió concurrir a elecciones municipales en pequeños núcleos de población en
los que, al menos sobre el papel, era imaginable el despliegue de formas de
democracia directa. Obviamente no es éste el horizonte que invocan Guanyem
Barcelona, Ganemos Madrid y la mayoría de los Ganemos que conocemos.  

Hoy mismo, y en otra radio, me han
preguntado qué hay de libertario en la propuesta de Podemos. Con toda
evidencia, absolutamente nada: los responsables de Podemos no coquetean,
siquiera retóricamente, con ningún horizonte libertario.  Y no lo hacen, en primer lugar, porque su
apuesta, cortoplacista, no rompe premeditamente el molde de la vulgata
socialdemócrata, no plantea ningún horizonte de superación del capitalismo y no
presta atención a la corrosión terminal de éste y al colapso que se avecina. La
deriva de Podemos es la de un partido atrapalotodo
que no duda en defender unas fuerzas armadas garantes de la soberanía,
asume un discurso nacional-patriótico y rehúye las definiciones ideológicas, a
la manera, por cierto, de lo que hizo el PSOE en 1982.

El proyecto correspondiente, dirigido por una cúpula jerarquizada,
se asienta en lo que más parece una ficción de participación asamblearia, muy
adaptada a la condición de muchos simpatizantes –no todos, claro- que son, sin
más, activistas de Facebook, y consecuente, también, con el acatamiento de las
miserias vinculadas con elecciones, partidos e instituciones. El panorama se
completa con la certificación de que la ilusión que Podemos ha provocado en
mucha gente se solapa con un escenario de inquietante desmovilización social y
laboral. Aunque la responsabilidad al respecto no es exclusiva de la nueva
fuerza política, no deja de sorprender que sus dirigentes no parezcan
mayormente preocupados por ello. Esa cercanía a las instituciones y ese desdén
por la movilización y por la lucha acaso se deben a que Podemos considera los
movimientos sociales como meros resortes al servicio de un proyecto que dicta
una vanguardia omnisciente, en un escenario que no puede estar más alejado del
retratado por la palabra autogestión.
Mucho me temo, en fin, que los dirigentes de Podemos, que creen encabezar un
proceso que se encuentra bajo su control, bien pueden ser rehenes de un proyecto
ideado por otros.

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