Brecha salarial, techo de cristal y segregación horizontal, mayor dificultad de acceso a la formación y al empleo, mayor precariedad laboral y desempleo, explotación doméstica, imposibilidad de conciliación, violencia normalizada, acoso cotidiano, invisibilización, pobreza, discriminación, infantilización, negación, maltrato, control de nuestra sexualidad y nuestros derechos reproductivos…
Son tan numerosas, son tan variadas, son tan abrumantes las luchas que las mujeres tenemos que bregar diariamente por el simple hecho de ser mujeres que puede decirse que hasta la misma existencia en esta sociedad heteropatriarcal que nos explota y nos reprime es ya una victoria. Pero para nosotras esto no es suficiente. No nos llega con estar vivas, queremos vivir en una sociedad de iguales.
Las mujeres de clase obrera debemos enfrentar todos los días una doble lucha de emancipación: contra el capital, por ser obreras; y contra el patriarcado, por ser mujeres. Comparadas con los hombres, cobramos menos, trabajamos en condiciones más precarias, cotizamos menos y trabajamos más horas, se nos exige más para ser contratadas… Pero al llegar a casa debemos hacernos cargos de nuestros maridos, hijos, padres y hermanos.
Esta situación se ha mantenido históricamente mediante un sistema de control que, cuanto más nos explotaba, más sumisión creaba. Pero la sumisión y el miedo, la cabeza agachada, ya no son actitudes de las mujeres. Hoy, desde hoy y desde siempre, queremos estar en todas las luchas y por eso luchamos en todos los frentes.
Las mujeres somos el motor del cambio social. Cada mujer que se rebela contra la opresión que sufre en su hogar es un paso ganado hacia un mundo más humano. Cada mujer que decide vivir abiertamente su sexualidad es un paso ganado hacia un mundo más libre. Cada mujer que planta cara al patrón en su puesto de trabajo es un paso ganado hacia un mundo justo.
A las mujeres se nos borra del pasado y del presente, pero hoy nos afirmamos, hoy nos reivindicamos como sujeto en lucha, desde ya asumimos que el miedo se ha transformado en furia y que nuestra lucha es única, central, necesaria y revolucionaria. Y queremos hacerlo en unidad, en colectivo. La invisibilización de nuestras luchas, la normalización social de la explotación, la escasa disponibilidad de nuestro tiempo, nos dificulta participar en organizaciones sindicales, las cuales en muchas ocasiones ni siquiera nos toman en cuenta, nos desplazan o rebajan nuestras luchas.
Sin embargo, históricamente las mujeres hemos estado presentes en todas las luchas sociales y de clase que han tenido lugar, en muchas ocasiones en primera fila pagando con nuestras vidas nuestra rebelión, nuestro ejercicio de dignidad, nuestros anhelos de libertad.
Es necesario recoger nuestra herencia de lucha para ganar nuestro presente. Saber quien somos. Saber lo que queremos ser. Hacer de nuestra lucha un momento importante, fundamental, de la historia colectiva y de la lucha clases. Afirmar que la Organización anarcosindicalista de la que somos parte fundamental está dispuesta a revertir la doble explotación que padecemos. Construir nuestro espacio en igualdad, entre compañeras y compañeros dispuestos a enfrentar el patriarcado, actor fundamental de nuestra explotación como obreras. Levantarnos como un grito invulnerable, como un único puño. Lucha a lucha, victoria a victoria.
Viva el ocho de Marzo
Viva la lucha de la mujer trabajadora