Manosear la memoria: tergiversación y apropiación con fines partidistas

CONTRA | Ilustración de Manolito Rastamán | Extraído del cnt nº 435

El manoseo interesado de la historia es el pan de cada día por parte de unos y otros, pues bien es sabido que en la memoria/historia reside un motor de impulso —o retroceso, y consolidación de privilegios para unos pocos— en el presente. De ahí la disputa por el discurso. Desde luego, no es un fenómeno que se reduzca al estado español sino que, como bien dice la frase popular: los vencedores escriben la historia, o más bien, los vencedores disciplinan y adoctrinan ya que son los que poseen las herramientas y medios para crear hegemonía. Quizá el caso particular de la Guerra Civil española sea un buen modelo en el que fijarnos. Un ejemplo: como un mantra ha llegado a nuestros días que en la contienda había «dos bandos», uno que luchaba por la República, otro el bando sublevado. Nosotras, las anarquistas y/o anarcosindicalistas, sabemos bien que ese mantra es descomplejizante e interesado, que borra de la historia, y de los imaginarios colectivos, el proceso revolucionario que se puso en marcha en esos años; que es una ficción sesgada y bien avenida, no sólo para los vencedores sino para una buena parte de los vencidos que a día de hoy anidan en las estructuras del Estado.

Este aplanamiento de la historia —y por lo tanto de construcción de memoria que nos ensarta—, produce fenómenos de olvido que acaban incurriendo en errores graves a la hora de hacer genealogías. En unos casos estos errores no dejan de ser producto de un discurso repetido hasta la saciedad que nos hemos acabado creyendo a nivel estructural; en otros, es producto de un revisionismo histórico torticero que da lugar a la apropiación de figuras con cierta relevancia y que son bien avenidas en campañas políticas y/o culturales: marketing político en estado puro, un uso “comercial” de la historia que lejos está de la verdad, justicia y reparación.

Como un mantra ha llegado a nuestros días que en la contienda había «dos bandos», uno que luchaba por la República, otro el bando sublevado. Nosotras, las anarquistas y/o anarcosindicalistas, sabemos bien que ese mantra es descomplejizante e interesado, que borra de la historia, y de los imaginarios colectivos, el proceso revolucionario que se puso en marcha en esos años.

Con respecto al primer caso, podemos hablar de cómo a veces se comenten errores garrafales a la hora de hacer divulgación histórica, por ejemplo, hace unos años se publicó en un portal una ilustración de la anarquista jerezana María Luisa Cobo en la que figuraba con la bandera de la República. Ella que luchó en CNT y Mujeres Libres desde convicciones ácratas, e hizo arengas contra el nuevo gobierno republicano, acaba siendo recordada con una bandera que nunca portó y contra la que también luchó, pues su militancia buscaba la consecución del comunista libertario. El caso de Lucía Sánchez Saornil es bastante grotesco, pues se ha acabado utilizando una imagen de Antonio Fontanillas —también de Simone Weil, América Barroso e incluso de Soledad Estorach— como si fuera el rostro de Lucía, en este caso se entremezclan el error ingenuo con el político, pues si bien su no-rostro ha acabado reproduciéndose en multitud de foros literarios, libertarios y activistas, también ha sido utilizada en campañas como la de Feminismos Podemos para el aniversario de la II República.

La memoria y el marketing político.

El caso de Lucía nos sirve para dar el salto a ese marketing político esperpéntico del que hablaba antes. Un cartel en el que se puede leer Lucía Sánchez Saornil, con el rostro en la parte derecha de Antonia Fontanillas y con un pequeño texto que dice: «Poeta que entró en contacto con el anarcosindicalismo trabajando en Telefónica, donde comprendió que el movimiento olvidaba a las mujeres. Cofundó Mujeres Libres en 1936 para luchar contra el capitalismo y el patriarcado. Tras la Guerra sufrió un triple exilio: por republicana, por mujer y por lesbiana». Si bien la idea de reivindicar la figura de una anarquista en el día de la República en un primer momento puede resultar extraña, puedo aceptar que se divulgue a mujeres que contribuyeron en esa época a ensanchar los estrechos límites de una sociedad conservadora. Lo que es inaceptable es que se distorsione su militancia y sus ideas para generar una confusión sobre su apuesta política.

Otro ejemplo nos lleva al del pasado 8 de marzo, en el que el PSOE madrileño lanzó una campaña que divulgaba mujeres feministas de la región. En uno de sus carteles se puede ver a una Federica Montseny vieja bajo las etiquetas de «política y sindicalista madrileña», con ninguna de ellas se definió a sí misma en vida y ninguna de ellas representaba su quehacer militante. Parece que eso es lo de menos, no hay un interés por la recuperación honesta sino más bien una suma de cantidad, la cuantía a costa de desfigurar el fondo, de desfigurar quienes fueron esas personas. Todo para arrastrar votos, los mismos que Federica despreció en vida, pues creía en una transformación radical de la sociedad en la que se acabara con la estructura Estado, y por tanto con partidos políticos como el PSOE insertos en dicha estructura. Anarquista, qué debe de escocer escribir tan solo la palabra.

Por un pensar memorioso.

Desde luego, esto son sólo algunos ejemplos, además esta tergiversación no nos es ajena en el espectro anarquista y/o anarcosindicalista, de ahí que me interese mucho el pensar memorioso tal y como lo teoriza Silvia Rivera Cusicanqui: «el juego de la memoria como algo activo en la vida presente». Esto me hace pensar que dentro de nuestra organización también tenemos que reflexionar hasta qué punto integramos en nuestra praxis política la memoria, pues a pesar de tener mucho a la contra, a pesar del cerco mediático y de la instrumentalización y silenciamiento interesado de nuestras ideas y prácticas, también hay una responsabilidad por nuestra parte de este manoseo. Sin ir más lejos, me conmovió escuchar en el Congreso al compañero Luis Fuentes exponer ante el plenario su preocupación por el papel que le damos a la memoria —más concretamente a lo relacionado con el trabajo en fosas comunes— en CNT. Recojo esa reflexión para que este pequeño texto nos sirva, también a nosotras, para (re)pensar hasta qué punto hacemos un pensar memorioso, hasta qué punto la ética, la estética y la ambición se dan la mano para divulgar nuestra historia, honrar a nuestras muertas y continuar su lucha desde el caminar-presente que nos susurra Rivera Cusicanqui, con un futuro en la espalda y un pasado ante la vista.

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